21/1/07

Día 7: 22/05/04 LEÓN – RABANAL DEL CAMINO

Día histórico! Resulta que hoy ¡se nos casa el principito con Letizia! Medio país seguro que se colapsa, siguiendo el evento. A lo nuestro!

Amaneció un día gris y lluvioso, típico norteño. Monto los bártulos, sello la credencial, dejo el donativo correspondiente para el mantenimiento del albergue y me voy a callejear y desayunar, mientras Luis aún se queda en el albergue. Siendo temprano -la Catedral cerrada aún- me acerco hasta la iglesia de San Isidoro. Entro en el templo y tras breve visita, también me informan que el museo-panteón de los reyes no abre hasta más tarde, por lo que salgo a desayunar en el restaurante-bar Boccalino, en la plaza de enfrente. Sello de costumbre.

Al poco veo pasar a Luis y decidimos regresar hacia la plaza de la Catedral y visitarla en su interior, maravillándonos una vez más de sus magníficas vidrieras góticas, que a pesar de la escasa luz del día, brillan como de costumbre. Unas cuantas fotos de recuerdo y de nuevo hacia la salida de la ciudad. Pasamos por el parador de San Marcos, antiguo hospital de peregrinos y otra de las joyas artísticas renacentistas del país, donde me detengo para estampar un nuevo sello, mientras Luis les hace unas fotos a un grupo de cincuentones “bici-peregrinos light” que descansaron con sus esposas en unos aposentos de mayor categoría que los nuestros en la pasada noche, y que van con coche de apoyo. Cada uno tiene su visión de lo que es el peregrinaje y el Camino!

Parece que va escampando la fina lluvia al encaminarnos por las últimas callejuelas de León, camino de barrios periféricos sin casi solución de continuidad con el primer pueblo. En este tramo, me veo “forzado” a una parada técnica obligada en un W.C. de un bar.

Nuevamente en camino, pasamos cerca de unas bodegas subterráneas, típicas de la zona, próximas a Trobajo del Camino y posteriormente llegamos a La Virgen del Camino, donde nos detenemos brevemente a hacer una foto de su modernista santuario. Continuamos por San Miguel del Camino hasta llegar a Villadangos del Páramo. Aquí paramos a la hora del bocata mañanero. Esta vez toca tortilla con cerveza. Allí en el bar, una mezcla de bicicleteros peregrinos, camioneros de la ruta, viajeros ocasionales de fin de semana y paisanos se encuentran todos “alelados” siguiendo el fausto acontecimiento, al que, sorprendentemente para mí, Luis también presta una extrema atención, pidiéndome si paramos un momento más para poder seguirlo un rato. ¡Viva la prensa rosa! El caso es que a regañadientes accedo a quedarnos un rato más de lo previsto. No es caso de hacerle sufrir por tal nimiedad! (posteriormente, sin yo saberlo aún, esta deferencia por mi parte tendría su recompensa).

Entre el grupo de televidentes se encontraban una pareja de hermanos biciperegrinos de Teruel, a los que bauticé como “Los Bisbales” por el aspecto de uno de ellos, muy parecido al cantante de moda: rubito, media melena y con el pelo rizado. ¡Cómo atendían al enlace nupcial!

Pasado un largo rato –mayor para mí que para Luis- volvemos a continuar nuestra ruta, después de estampar un nuevo sello, a través de buenos senderos hasta llegar al famoso Puente del Paso Honrado en Hospital de Órbigo a las 12.00h. Fotos del lugar y un nuevo sello en el albergue de la Asociación de Amigos del Camino.

Pronto, y tras atravesar un par de localidades más, realizamos alguna que otra subidilla por terrenos pedregosos y llegamos al Cruceiro de Santo Toribio, desde donde ya se avista Astorga. Sentado en la base de la cruz, se encontraba un ciclista, entradito en años, pero más en kilos, y ...fumando un cigarrito! Había empezado en el día de hoy su ruta en León y llegaría hasta Astorga. Creo recordar que también llevaba coche de apoyo; buena falta le iba a hacer con esas pintas. También llegan Cristina y Javier junto a...Los tres de Castellón! que ya hacía días que no veía, desde antes de Burgos.

Tras unas fotos de recuerdo, y por un bonito descenso llegamos todos en grupo hasta la entrada de la “Astúrica Augusta” de los romanos. El caso es que para acceder a la ciudad, hay que superar un pequeño pero infernal tramo en subida, que te hace dejar los hígados. Menos mal que, justo al superar esta “pared” nos topamos de frente con el restaurante La Peseta, famoso en la localidad y en el que decidimos darnos un homenaje gastronómico a base del cocido maragato. Cristina y Javier deciden no acompañarnos, pues hace poco que han comido algo, así que seremos los “5 Fantásticos” quienes saborearemos los productos de la comarca. -Aún no lo sabía, pero esta hazaña me pasaría cara factura esa noche-.

Tras una opípara comida, regada con buen vinillo del Bierzo y muchas risotadas, dejamos el restaurante, en el que no les importó en absoluto dejarnos comer con esas pintas en medio de un salón, rodeados de otros comensales, con mejores pintas que las nuestras. Bravo por los camareros: el negocio es el negocio, y sin prejuicios!!!.

Un sello de recuerdo, y al salir, una soberana modorra que, a mi personalmente, me impide seguir pedaleando a esas horas, por lo que junto a Luis, nos echamos una cabezadita en unos bancos de la Plaza del Ayuntamiento, al calorcillo de una primaveral y soleada tarde. Mientras, los de Castellón deciden seguir adelante y se despiden, quedando que seguramente llegarán hasta Rabanal del Camino, donde esperan vernos de nuevo.

Tras una media hora de sopor total en brazos de Morfeo, me despiertan unas voces que reconozco: son la pareja de “astures Monster”. Charlan un ratito con nosotros y siguen su ruta. Ahora nos despejamos un poco y perezosamente montamos las cabalgaduras hacia las tierras berzianas. Pasamos por el Palacio Episcopal de Gaudí –vista exterior- y hacemos una breve parada para visitar el interior de la gótica Catedral de Santa María. Pongo un sello más.

A esas alturas, aún no he hecho bien la digestión y tengo el cocido hasta en...., sintiéndome casi empachado. (pagaré esta siesta, o lo que pudiera haber sido!)

A la altura del primer pueblo tras Astorga –Valdeviejas-, y cerca de la ermita del Ecce Homo –cerrada-, me encuentro con un entrañable cura paseando por las cercanías de un puente, que dice llamarse Isidro, y que nos despide pidiéndome que rece un Padrenuestro por él al llegar a Santiago. Así será.

A partir de este lugar, los kilómetros se me hacen insufribles e interminables. La pesadez digestiva va en aumento, sudores fríos por momentos, varios amagos de naúseas y vómitos....total que no puedo con mi alma y me voy “arrastrando” encima de la bici, así que le digo a Luis que siga a su ritmo y que ya llegaré poco a poco, dado que el terreno empieza a empinarse progresivamente, aunque se transita todo el rato por una carreterilla comarcal. Quedamos en el albergue privado de Rabanal. Hoy entiendo lo que puede suponer para un ciclista profesional enfrentarse a una de esas etapas del Tour cuando le entran las pájaras. ¡Yo tengo la pajarería completa en mi estómago!

Como puedo, voy desgranando pueblos, parando a sellar en el albergue de Santa Catalina de Somoza y en el mesón Cowboy en El Ganso. Sigo por el Puente Pañote, cerca de las antiguas minas auríferas romanas de la Furacona y...por fín, llego al albergue concertado. Nada más entrar, aparco la bici y sin contestar a los saludos que me dan los de Castellón y Luis, me precipito hacia el W.C. donde........descargo el cocido.

Me siento aliviado – o eso creía yo- y tras contar mis peripecias a mis colegas, me doy un duchazo, hago la colada y limpio un poco el barro de Nemenuis. Mientras tanto, Luis y los de Castellón han ido a cenar, quedando con ellos en que si me siento mejor saldré a dar un paseo para buscarlos aunque, por motivos obvios, prefiero no acercarme a ninguna comilona.

Estoy tomando un reconfortante té en el bar del bonito patio interior del albergue de Ntra Sra del Pilar, cuando comienza a descargar una tormenta de agárrate, con truenos y relámpagos seguidos de un aguacero increíble. Me consuela el saber que aún no saliera de paseo, ya que si al estado de mi cuerpo le añado ahora un soberano remojón...

Una de las camareras del bar, donde venden todo tipo de souvenirs, se empeña en que le compre una pulserita de cuero y tras una amena disertación sobre cuestiones estéticas, ante tanta insistencia, acabo mercando un pin de recuerdo. Aún no me encuentro bien del todo, y algún que otro escalofrío recorre el cuerpo, aunque decidido a ir a tomar un poco el aire y acercarme a otra de las ofrendas-bendiciones típicas del camino, que hacen en este pueblo un grupo de monjes, me encamino hacia la sencilla iglesia románica de Santa María, cubriéndome con un paraguas que, amablemente, me han dejado en el albergue.

El acto litúrgico, en ese lugar apartado del mundanal ruido, a esas horas nocturnas, cayendo una fina pero continua lluvia y con unas tenues luces interiores, parecían retrotraernos a cualquier monasterio medieval. Por momentos me recordaba ciertas escenas de la novela llevada al cine “El nombre de la rosa”. Tras las bendiciones, me encuentro con escalofríos y decido irme pronto para el albergue.

Cuando llego, ya están Luis y los de Castellón, y dado mi estado, les comento que no estoy para muchas juergas y nos vamos todos a la cama, durmiendo en literas bajas todos nosotros. Además de los “5 magníficos”, esta noche compartiremos alcoba con otros tres biciperegrinos astures que han llegado a última hora de la tarde.

Pero.......AQUÍ NO ACABA EL DÍA.....COMO CREÍA.

La noche se me va haciendo larga y en mi interior “algo se cuece”, y llegadas las 3 de la mañana........me despierto bruscamente y no me da tiempo ni de incorporarme de la cama.......ZAS! Nuevamente, no sé si los restos del cocido o todas las bilis del mundo. El caso es que dejo el suelo, justo debajo de mi cama y hasta la cama de Luis, regado. Yo, tal como puedo, me pongo las chanclas de baño y me voy al W.C. a completar la “soltada”, mientras Luis, afanosamente y dándome ánimos de tranquilidad, se agencia una fregona y limpia como puede el lugar, colocando también unos ambientadores que había encontrado en el baño, para disimular el olor.

Menos mal que no ocurrió esto en alguno de esos otros albergues abarrotados, de 2 ó 3 literas en los que pernocté antes, porque sino seguro que alguno lo habría “compartido”; e igualmente, salvo la molestia por tenerlos en danza durante esas horas de la noche sin pegar ojo, no manché nada ni a nadie. Menos mal! Doy las gracias a Luis por la colaboración y las molestias y, nos cambiamos de cama, dado que aún quedaban libres.

Mal que bien paso el resto de la noche, con escalofríos y malestar digestivo lógico, pero ya sin pesadez ni repetirse las vomitonas. Me voy quedando dormido.