Nada más salir de la plazuela de Roncesvalles, se enfila un camino y cerca, el primer cruceiro del camino. Es un bonito monumento del s.XIV, en donde me detengo brevemente para pedir la protección deseada para mi ruta y hago una foto. Los primeros pasos transcurren por bonitas y cómodas sendas que me conducen por los primeros pueblos: Burguete y Espinal. Voy haciendo las primeras fotos paisajístico-monumentales y me encamino hacia la primera tachuela del camino: el Alto de Mezquiriz. En la bajada del mismo, al intentar cruzar con la bicicleta por un pequeño regatillo que atravesaba el camino y que estaba enlosado por unas grandes piedras lisas en su gran fondo de profundidad – 3 ó 4 dedos - ¡¡ ZAS ¡! Terreno muy resbaladizo por musgo en las piedras y primera caída con remojón de todo: bici, peregrino, mochila.... Me levanto, más herido en mi orgullo que en otra cosa y unos peregrinos con acento francés que me había cruzado previamente, me preguntan si me ocurrió algo para intentar socorrerme. Respondo que estoy bien y les doy las gracias. Unos
Esperando que este sea el único percance que me reserve el día continuo hacia el Alto del Erro a través de unos tramos embarrados y estrechos de empuje bicicletero. Subiendo me cruzo con una pareja de biciperegrinos de Madrid: Cristina y Javier, que están ¡¡ EN VIAJE DE NOVIOS ¡! Curiosa forma de pasar su luna de miel. Paramos un ratito antes de coronar el puerto, para reponer algo de líquido tras la sudorosa subida. Emprendemos de nuevo la marcha continuando juntos por momentos, pero viendo que parecen más lanzados que yo –quizás por mi experiencia anterior- les digo que sigan a su ritmo que ya nos veremos. La bajada del Erro, tremenda. Pedruscos por doquier y corredoiras de jabalíes o parecidas. Pienso que debemos estar algo locos para pasar en bici por esos lugares. El caso es que con tanta piedra, ni al subir ni al bajar me di cuenta dónde quedaban los famosos Pasos de Roldán.
Llegamos juntos hasta Zubiri, donde ellos paran a comer y yo, después de sellar, decido continuar dado la hora que es. Llego hasta Larrasoaña, donde me sella un personaje típico del Camino: el alcalde y hospitalero Santiago Zubiri, aunque se encuentra algo nervioso y malhumorado por la hora que es. Decido no preguntarle nada más y seguir. (momentos malos los tenemos todos!). Voy atravesando poblaciones y recorro sendas muy estrechas y cerradas por abundante vegetación –carreiros, como los denominamos en Galicia-. En uno de esos tramos, por esquivar demasiado unas zarzas, me voy de nuevo al suelo, cayendo con bici incluída hacia el lateral de un pequeño barranco hacia unas fincas. 2ª caída y aún no acabamos el primer día. ¡ Pues si que me estoy luciendo !, pienso para mis adentros; menos mal que la caída es sobre una zona de pastizal y salvo unos pequeños arañazos en las piernas, ningún problema. Me vuelvo a encomendar al Santo según la oración del peregrino, esperando que siga protegiéndome, y sigo camino de Pamplona.
Es tarde ya y aún no he comido, así que, con más hambre que el perro de un ciego, al llegar a la ermita de Trinidad de Arré, hago una breve visita y le pregunto, al cura que me sella la credencial, por un sitio para comer. Me indica que me dirija hacia Villaba - tierra natal del supercampeón Indurain - y que pare en el Bar de
Después de “matar a quien me mataba”, pago la cuenta (11 €), me sellan y continuo hacia Pamplona, donde llego cerca de las 17h. Entro por una zona de parque bonito, cerca del Puente de
Después de una larga y penosa subida empujando la bici llego al monumento a los peregrinos que hay en el Alto del Perdón. Fotos de rigor, viento y fresquillo.
Sigo por el descenso. Si la bajada del Erro era de locura, ésta tiene “zonas fuera de categoría”. Aquí parece que uno baja entre todos los fragmentos rocosos de todas las canteras del país, y que algún gigantón depositó a lo largo de la senda para que los peregrinos rediman sus culpas.
Como me imaginaba, veo que se me echa la hora encima y sólo paro en el albergue de Uterga a sellar y llego a Muruzabal, donde me desvío unos
Son ya las 20,15h. Salgo pitando hacia Obanos, que atravieso, y llego a uno de los hitos del camino: Puente
Subo a cenar algo y me dicen que no quedan bocadillos y que a esa hora –21,30h.- no me pueden preparar uno, pero si que puedo pasar al restaurante y cenar. ¡¡¡ VALE ¡!! Cosas incomprensibles de algunos establecimientos. No estoy para discusiones. Solo en el restaurante, acabo mi opípara comida, veo algo de la tele –está jugando el Madrid....y pierde-, y me voy temprano a la cama. Me encuentro cansado, pero satisfecho y casi sin darme cuenta, entre pensamientos-recordatorios del día, me quedo dormido.