21/1/07

Día 10: 25/05/04 MONASTERIO DE SAMOS – PALAS DE REY

El día amanece como siempre, entre rumores de bolsas de plástico y mochilas que son llenadas nuevamente con los enseres de los peregrinos, afanándose por salir a devorar los kilómetros hasta su próximo destino.

Una vez completado el “embalaje” del material mientras nos echamos unas risotadas, comentando la juerga nocturna que ha tenido lugar en tan “agradables aposentos”, incluyendo serenatas nocturnas, salimos hacia la puerta de entrada y nos acercamos a un bajo que había enfrente del Monasterio, en donde nos habían permitido guardar las bicicletas el día anterior. Volvemos con las monturas para cargar todo en el transportín. Un sello del Monasterio en la credencial y, dadas las condiciones del albergue (que me defraudaron en este sitio) dejo la propina más escasa del Camino –y eso que es mi tierra-, ya que creo que este maravilloso lugar tiene posibilidades para dar mejores servicios a los peregrinos de verdad, y no sólo concentrarse en el alojamiento de los “peregrinos light de pago”. Por cierto, se me olvidó que cuando llegamos ayer al lugar, otra marabunta de este tipo de turistas-peregrinos estaban desembarcando de sendos autobuses para visitar los lugares sagrados y pernoctar después en los alojamientos más cómodos del Monasterio. ¡ Todo el Camino se encuentra mercantilizado, y es en sitios como estos -desgraciadamente- es donde más te das cuenta de ello. Aún y así, no dejaremos que pierda su verdadero encanto y significado para los que nos esforzamos de verdad, día a día, con sacrificio !.

Tras unas breves palabras de despedida entre todos, intercambiamos direcciones de e-mail y teléfonos para enviarnos fotos y recuerdos, para salir ya en ruta, hacia un pequeño bar a las afueras del pueblo donde me adelanto para desayunar. ¿¿Habrá reencuentro?? -voy pensando mientras doy las primeras pedaladas entre la brumosa mañana que nos acoge a las 7,55h.

Un buen desayuno, y pasa un largo rato de espera, sin que llegue nadie al bar ni tampoco les vea pasar. Dado que cuando salí, el grupo parecía que ya estaba casi dispuesto para la partida pienso que, o bien se han detenido antes queriendo “alargar” su estancia en compañía femenina o que todos han pasado de largo sin percatarme de ello en algún momento mientras desayunaba. Sea una u otra explicación, decido continuar en solitario para ver que me depara la senda. Pequeñas corredoiras gallegas, con típico paisaje del “Bosque Encantado” entre carballeiras, castiñeiros, silveiras ...y mucho barro mezclado con las típicas cagadas de vaca. Todo salpicado si vas embalado.

Paso por la zona de Gontán y al rato, aparecen como flechas los tres de Castellón y un poco después Luis. Unos cuantos metros en compañía, mientras me comentan que habían parado en un bar, próximo a la salida del pueblo de Samos, donde habíamos tomado las cervecillas el día anterior por la tarde, pensando que era el lugar convenido para el desayuno colectivo, y viendo que yo no estaba, pensaron que me había marchado en solitario. Yo les explico mi otra explicación de los hechos.

Los de Castellón están entusiasmados con estos paisajes y parajes, propicios para un poco de bici trialera, y con sus propias emociones continúan hacia delante. Mientras, Luis y yo vamos más precavidos y recuperamos la senda del Camino, tal y como lo había planeado si subía por el alto de Riocabo, al entrar en las proximidades de San Mamede do Camiño. Este tramo lo hacemos durante un buen rato al paso de caminante, acompañando y charlando a una pareja de chicas, una de las cuales ya es su segundo Ya estamos a tiro de piedra de Sarria, localidad de fuerte tradición jacobea y punto de encuentro e inicio para muchos caminantes, ya que desde aquí, aproximadamente, es la distancia mínima a Santiago que hay que hacer para obtener la Compostelana –100 km-.

Llegamos a las 9,25h. y tras recorrer unas empinadas calles, pasamos por enfrente de la oficina de información de Protección Civil, donde con cara aún de sueño, un “civil protector” me estampa un sello en la credencial. Poco más adelante, unas fotos en un parquecillo cerca de la Iglesia de San Salvador y al dirigirnos hacia la salida, nos encontramos con el convento de los PP: Mercedarios, donde nos le pregunto a un “padre” por el lugar para sellar. Me puso una cara horrible, pero el caso es que me sella y, sin más explicaciones, me voy.

Reemprendemos el pedaleo tras una breve parada para reponer fuerzas y tras atravesar la Ponte Áspera por donde continúa el Camino, se asciende hacia Vilei, cerca de la cual y más adelante, llegamos a una de los templos más representativos del románico gallego: la iglesia de Santiago en Barbadelo. El interior -como casi siempre- cerrado, y no hay un alma por allí para preguntar si nos dejan visitar su interior; a pesar de que la supuesta casa rectoral del cura, se encuentra justo detrás. El lugar, la hora y el entorno nos cautivan, sobre todo a Luis, al que se le nota una sensación de disfrutar como un niño de la paz que se respira por estas tierras –es lógico, pensando en el estrés habitual de la gran urbe-. Nos relajamos tomando unos kiwis que llevaba él y unos frutos secos “de cosecha propia” que llevaba yo.

Al poco, y después de unas cuantas fotos del exterior de la iglesia, reanudamos la marcha, pasando por delante del albergue del pueblo –una antigua escuela rural habilitada- al lado del cual, se encuentra estratégicamente localizado un “chiringuito” de venta de una gran variedad de cosas útiles para el peregrino: refrescos, bocadillos, tiritas....vamos todo un Carrefour, ....dentro de una caravana reconvertida. Le pido que me selle y nos vamos.

Durante un buen rato, tomamos una dirección equivocada por un pequeño camino, al no fijarnos bien en las flechas del Camino y acabamos justo a las puertas de entrada de una casa labriega ganadera. Vuelta atrás por nuestros anteriores pasos hasta reencontrar la senda correcta. Según mi cuentakm, han sido 1520 m. a mayores de lo previsto. Habrá que fijarse más en las señales!

De aquí en adelante, seguirán un sinfín de pequeñas aldeas, todas ellas con sus típicas explotaciones ganaderas. Rente, Mercado da Serra –con su fuente del pelegrin que fotografiamos-, Pena Leimán –con sello credencial-, Peruscallo, Cortiñas, Lavandeira, Casal, Brea....Así se van sucediendo una casi tras otra, a través de caminos “rompepiernas” de continuo sube y baja. Hay veces que alternamos tramos en solitario con otros en compañía entre Luis y yo, según sean hacia arriba o hacia abajo. He de decir que a mi se me da mejor el descenso. Igualmente, la cantidad de grupos de peregrinos a pie que nos cruzamos, ya va siendo más numerosa.

Unos 100 m. tras salir de Brea, un famoso hito del camino: el mojón que marca los “100 últimos Km” hasta el destino final.......o no, .......según.

Un mojón repleto de mensajes, nombres, pintadas y piedrecitas que se amontonan en su base. Unas fotos de rigor y nuevamente en ruta. Un poco más adelante, otro sello más al pasar por Casa Morgade y, de nuevo, atravesar otra decena de aldeas hasta acercarnos a las proximidades de la cola del embalse de Belesar –una de las grandes presas hidroeléctricas que se construyeron en la época del franquismo aprovechando las aguas del Miño-.

Antes, se pasa por un desvío que lleva a las cercanas ruinas del Monasterio de Loio, cuna de la orden de los Caballeros de Santiago. Esta vez no toca visita, así que no me desvío de la ruta y ya desciendo hacia el puente que atraviesa el Miño -remansado en estas tierras- para entrar en las primeras rampas que conducen a Portomarín. Encontrándome parado en este lugar, mientras observo la capilla de las Nieves y un arco -resto de un antiguo puente romano que quedó sepultado en su día por las aguas embalsadas- llega Luis, que había quedado algo rezagado en algún descenso, y tras unos comentarios y fotos, emprendemos el ascenso hasta el centro del pueblo.

El día, nublado y amenazante, pronto nos iba a “deleitar” con una fina y persistente lluvia, por lo que decidimos aprovechar la hora –13,40- e ir a buscar un lugar para comer. Antes, nos dimos un breve paseo por la plaza del pueblo, donde se encuentra el ayuntamiento y la iglesia-fortaleza de San Nicolás (s.XIII), icono de la localidad. El pueblo está repleto de peregrinos mochileros que esperan o ya ocuparon todas las plazas de los albergues que hay. En uno de ellos, estampo un nuevo sello credencial; unas fotitos cerca del conjunto monumental y nos encaminamos a un bar-restaurante típico con un montón de trabajadores comiendo a esas horas. Mientras tanto, el cielo comienza a descargar y la lluvia da paso a un chaparrón de órdago.

Dentro, una reparadora y caliente comida que, en mi caso, incluye un caldo gallego que “me sienta de gloria” y parece curarme todas mis mucosidades. Al concluir ésta en La Posada del Camino -que así se llamaba el restaurante- y con el cuerpo algo más calentito, parece escampar un poco la lluvia y después de que me sellen una vez más, decidimos seguir en busca de algún otro lugar que nos vaya acercando más a nuestra meta santiaguesa.

La salida de Portomarín nos conduce por carretera en ascenso hacia el monte de San Antonio, pasando por San Mamed-Belad y Campo de Mamoas para llegar a Toxibó y Gonzar. Aquí un nuevo sello para la credencial.

Más tramos de camino hasta Castromaior y Hospital de la Cruz. En este último lugar, en un pequeño albergue que hay al lado de la carretera Ourense-Lugo –una antigua escuela rural- hacemos una breve parada. Tiene un especial significado para mí: por aquí he pasado cientos de veces en coche y es el lugar más cercano a mi casa por el que pasa el Camino; estoy a escasos 57 km de mi hogar. ¡ Tentado estoy de desviarme !. Sin embargo, continuamos hacia Ventas de Narón –sello- y el alto de Ligonde. En el descenso, Prebisa y Lameiros. Aquí otra paradita en la base de un enorme y viejo roble que da sombra y cobijo a un viejo y precioso cruceiro, en cuya base cuadrada se gravaron unas calaveras mezcladas con símbología del oficio de cantería. Aprovechamos para un pequeño refrigerio y unas fotos de recuerdo. Más adelante, en la fuente del peregrino y en el albergue de Ligonde, estampé dos sellos más para la colección. Hasta aquí, dos credenciales oficiales y alguna más artesanal están completas, así que saco mi tercera credencial –la que conseguí en el Cebreiro- para estampar los sellos que me queden hasta el final de la aventura.

La tarde va transcurriendo entre nubes amenazadoras que, pronto nos darían un buen remojón. A la altura de Portos, queda un desvío que nos puede llevar a otro pueblo con un importante monumento histórico; se trata del templo románico de Vilar de Donas, decorado con importantes pinturas góticas en sus paredes y que contiene gran cantidad de bustos y sarcófagos de enterramiento de caballeros de la orden de Santiago. También este templo quedará para una posterior visita del lugar.

A estas alturas el cielo comienza a encapotarse y en breve comienza a descargar un buen aguacero. El inicio de la tormenta nos coge cerca de Lestedo y como podemos, tras un buen remojón, nos acogemos en un pajar repleto de viejos aperos de labranza aparcados, que también compartimos con unos cuantos gallos de corral y un pequeño perro, el cual ni siquiera nos ladra al vernos entrar en ese estado. Transcurre una larga y penosa espera, ya que, deseando que escampe y se trate de un nubarrón pasajero como en anteriores ocasiones, esta vez la lluvia no cesa definitivamente y el tiempo ya nos apremia para nuestro trayecto de hoy. Se acerca la hora habitual de conclusión de etapa y, al próximo pueblo importante de albergue –Palas de Rey- aún nos quedan unos 4 km.

Aprovechando una pequeña y breve escampada, con algo de frío en el cuerpo, decidimos continuar ya que se nos va echando el tiempo encima. Las ruedas con sus salpicaduras nos ponen el cuerpo y las monturas a chorrear y tras pasar unas aldeas y el Alto do Rosario, entramos en el núcleo de Palas de Rey, calados hasta los huesos, por la iglesia de Santo Tirso con su portada románica a las 19,35h. Aquí hacemos una breve parada para visitar el templo y preguntar al cura párroco si quedan vacantes en el albergue. Imposible y no solo eso, sino que nos comenta que están todos los albergues completos y la mayoría de los hostales-fondas igualmente. Amablemente nos da varias direcciones de fondas donde preguntar si tenemos alojamiento. Estampo dos sellos, inaugurando la tercera credencial, y salimos callejeando por el centro del pueblo. En las proximidades de una de sus plazas céntricas preguntamos en, al menos, cinco lugares diferentes y todo está repleto.

Con la desesperación de vernos en la necesidad imperiosa de conseguir alojamiento, encontramos una habitación libre con dos camas en un “negocio familiar” a las afueras del pueblo, en la última casa en la carretera comarcal que conduce a Santiago. Se trata del Mesón da Ulloa, que además del bar-restaurante, son dueños de varios edificios al lado. Uno de ellos -de pisos nuevos- lo habilitan como fonda para peregrinos, con sus habitaciones-dormitorio, baños compartidos y un lavadero con tendedero por planta. Somos los últimos en acomodarnos en el último piso, tras dejar las bicicletas en un bajo en obras del edificio aledaño. Al subir nuestras cosas hacia el alojamiento, nos encontramos en la escalera con......los Bisbales, que han llegado antes y ya aseados, se van a cenar.

Por lo menos, podemos dormir en una cama, darnos una ducha, lavar y extender a secar las maltrechas ropas después de un “remojado” final del día, así que después de todas las “labores cotidianas”, con la humedad en el ambiente y ya anochecido, salimos a callejear y a buscar un lugar donde cenar.

Hoy, y después del penoso final, hemos decidido que nos daremos un homenaje con pulpo a feira, famoso en esta zona. Realmente, el lugar más famoso entre los peregrinos del Camino para degustar este manjar está un poco más adelante, en Melide; sin embargo, nosotros lo probaremos aquí.

Dicho y hecho, encontramos un pequeño bar escondido en una callejuela del pueblo: el Bodegón 99. Una cena que, además del pulpo, incluía varias raciones y tapas regadas con vino cosechero, nos sirvió para reconfortar nuestro espíritu y nuestro estómago. Durante la misma, nos enrollamos -verbalmente- con una jovencita camarera, hija del dueño –según nos comentó- que no estaba muy contenta con su trabajo y que le apetecía más haber estado de juerga con sus amigas. Comprensible! Un chupito de licores de la zona y de vuelta a los aposentos a descansar.