Al cumplirse justo dos meses del “castañazo y parada”, una desapacible tarde otoñal, y tras una lenta y aún incompleta recuperación, decidí retomar a mi compañera y amiga para reencontrarnos en las andanzas preparatorias de nuestra futura senda hacia el poniente.
Y, la verdad...me encontré mejor de lo que pensaba, a pesar de esos kilitos que había ganado con el descanso forzoso y los lógicos temores iniciales a un nuevo castañazo.
En los sucesivos días, aprovechando los rayos del astro rey que aún quedaban por las tierras norteñas en los últimos días otoñales, las fuerzas de pedaleo moviendo altos desarrollos iban mejorando; las cuestas y altos no se me resistían tanto como yo preveía y cada vez me encontraba más seguro – o ilusionado, mejor – de que la “aventura cicloturista” iba a poder llevarse a cabo sin tanto sufrimiento como mis kilos iniciales podían hacer sospechar a muchos. Aunque, como dice cierta persona...” mis mejores cualidades, están de cintura para abajo” (entiéndase piernas...jajaja).
En los sucesivos meses, cuando el tiempo lo permitía, el resto de obligaciones dejaban tiempo y sacaba ganas (que de todo se debe hacer...) continué con sucesivos “paseos” a lo largo de la cuenca del Ribeiro y por fín, un día me decidí a realizar la subida de
Al principio, desde la misma salida de Ourense, ya se empina el camino en los tres primeros km, para no dejar de hacerlo hasta el km 6. Primer “puerto” del día superado, sin mayores penas y ya empezaba a sudar. Tras una serie de falsos llanos en los siguientes
Bien , pues después de esta peripecia de etapa de puertos, el descenso vespertino hacia el regreso al hogar fue de locura. ¡Qué sensación de aireación y velocidad!
Pues este tramo sería repetido en otra ocasión más, con lo que creo que dejé claro que podía superar, con cautela las “tachuelas” que el camino me tuviera reservadas para ser digeridas.