21/1/07

Día 11: 26/05/04 PALAS DE REY – SANTIAGO DE COMPOSTELA

Tras una reparadora noche en una cama, y después de encontrarnos más cómodos y enjutos que el día anterior a la llegada a este pueblo, nos aseamos, recogemos nuestras cosas y vamos a buscar las bicis al bajo en que habían descansado. Cargamos las alforjas en las monturas y nos vamos a cercar a desayunar en el propio local al lado del edificio de pisos, que no es otro que el Mesón da Ulloa. Un Cola-Cao calentito con bollería y zumos para combatir el fresquillo mañanero y partimos en un brumoso día. Hoy, si Dios quiere y el Santo Apóstol nos protege y guía, LLEGAREMOS A SANTIAGO DE COMPOSTELA !.

Sin quererlo decir ni reconocer ninguno, estoy seguro que a ambos (por lo menos a mí si me ocurría) se nos mezclaban sentimientos raros de tristeza y alegría a la vez, cuando emprendíamos esta última jornada –para alguno de nosotros-.

Nuevamente, por estas tierras de constante subes y bajas, discurrimos por un sinfín de aldeas y zonas ganaderas, en alguna de las cuales hago parada para estampar algún sello: casa Abrigadoiro de San Xulián do Camiño, casa Domingo de Pontecampaña, el albergue de Mato-Casanova. Así llegamos a cruzar el límite de la última provincia del camino por donde circularemos: A Coruña.

Poco más adelante hacemos una breve parada en una plazoleta del pueblo de Leboreiro. Aquí, hay un “conjunto monumental” formado por la iglesia románica de Santa María con elementos del s.XII, una casa blasonada con los escudos de Ulloa enfrente, y casi al lado un canastro-cabaceiro, una de las formas de hórreos típicos de esta zona, usado en su tiempo para el secado de ciertos productos de la tierra, y que lo hacían entrecruzando y tejiendo con flexibles ramas de árboles. Unas fotos, una parada técnica para descargar el exceso de aguas y seguimos adelante.

Al poco, pasamos por los restos de una calzada y puente medieval en Disicabo, para dirigirnos hacia Furelos. Otro puente medieval –el de 4 ojos- nos introduce a la población, donde se encuentra la iglesia de San Juan. Merece una parada para observar una imagen curiosa de un cristo que, desclavada de la cruz una de sus manos, cuelga hacia abajo y, dicen que es para dar la mano a los peregrinos. Otra bonita imagen es la del patrono de la parroquia, en funciones de Bautista. Unas fotos de recuerdo, dado que la misma advocación que este templo, tiene la pequeña capilla de mi pueblo, al que rememoro en este santo lugar. Breve charla con el simpático y amable párroco, que nos explica todo lo referente al lugar y nos sella las credenciales.

Menos de un kilómetro más adelante nos recibe una de las últimas poblaciones emblemáticas del Camino antes de Compostela. Se trata de Melide, reconocido entre los peregrinos por su fama en la degustación de uno de los platos típicos de nuestra Comunidad Autónoma: el pulpo a feira (que aquí denominamos “polbo a feira”). Yo considero que aún es temprano –11,17h- para catarlo hoy, así que decidimos hacer una breve parada para visitar alguno de sus monumentos y proseguir la marcha.

En el centro del pueblo tenemos concentrados el cruceiro del s.XIV –dicen que es el más antiguo de Galicia- justo al lado de la ermita de San Roque –cerrada-, y callejeando un poco, llegamos a una gran plaza en donde está la iglesia de San Pedro, con unos bonitos sepulcros. En esta última hacemos una paradita para visitarla y colocar un nuevo sello credencial.

Al salir, un grupo de estudiantes colegiales infantiles esperan a la puerta de una casa-museo de cultura que hay enfrente, blasonada con los escudos de la casa de Ulloa, para que abra y puedan visitarla con sus profesores. Dadas nuestras pintas deducen nuestra condición de peregrinos (¡tanto se nos notará!) y se interesan por nuestras “super-bicis” –en especial por la mía, dados sus frenos de disco- y nos hacen unas fotos. Cerca, en el ayuntamiento un policia local me pone otro sello y poco después seguimos nuestra ruta.

Casi pegada a la salida del pueblo se encuentra otra bonita iglesia románica del s.XII: Santa María de Melide, en cuyo interior una bonitas pinturas la decoran (¡ésta sí que estaba abierta para poder visitarla, y encima, con unas amables chicas que hacían de guías explicativas!). Hago unas fotos y sello.

Nuevamente caminos y corredoiras gallegas para arriba y para abajo, aldeas y pequeños grupos de casas por las que atravesamos.

Al paso de la parroquia de Santiago de Boente estampo un nuevo sello y continuamos hacia las tierras de Castañeda, donde se ubicaban antiguamente los hornos para fabricar la cal utilizada en la construcción catedralicia. Hasta aquí decían que traían los peregrinos de la antigüedad las piedras calizas desde los montes lucenses –pasado el Cebreiro- para colaborar en la obra.

Más adelante llegaremos a las tres aldeas que llevan el mismo nombre: Ribadiso, haciendo referencia a que se encuentran cerca del río Iso, pero que lo completan con: de Baixo, de Riba o de Carretera, según donde se ubican.

Así llegaremos a otra localidad famosa por uno de sus productos gastronómicos: el queso de Arzúa, elaborado con la preciada leche de las vacas de la zona. Un sello en su parroquial de Santiago y continuación.

Por la parroquia de Ferreiros pasamos cuando atravesamos por debajo de un estratégico hórreo que hace de puente sobre el camino y al que retrataremos en nuestro álbum fotográfico.

Ya se va acercando la hora de la comida y dado que los servicios en muchas de estas aldeas por las que transitamos son inexistentes, decidimos ir preguntando en la primera taberna que nos topamos: la Taberna Salceda, en la que nos indican que ahí no dan comidas, pero que un poco más adelante existe una parrillada. Me colocan un sello a mi solicitud y nos dirigimos hacia allá.

A la altura de Salceda, al borde de la carretera de Santiago-Lugo, encontramos el Mesón A Esquipa, donde daremos buena cuenta de una suculenta comida a base de las carnes de la zona. Cafelito reparador para evitar la modorra postprandial, sello de rigor y hacia nuestro final de ruta.

A estas alturas, ya me había puesto en contacto telefónico con una amiga que trabaja y reside en Santiago, y en cuyo nuevo -y aún sin estenar- piso creo que dormiremos esta noche. Habíamos quedado con ella sobre las 20,00h en la plaza del Obradoiro.

Ya casi olemos el botafumeiro, así que a las 16,30h nos encaminamos para recorrer nuestros últimos casi 30 km hasta Compostela. En el bar Tía Dolores de A Calle y al pasar por el albergue de Santa Irene, me colocan los dos últimos sellos en la credencial peregrina, antes del ansiado sello final de la oficina de peregrinos de Santiago.

Nos acercamos hacia la zona del aeropuerto de Santiago, transitando entre bosques de eucaliptos, que sobrevuelan ya bastante bajo los aviones, pasando justo por delante del final de la pista de despegue y aterrizaje portuario. Próximo a este lugar está un pequeño monumento de piedra que nos informa de que entramos ya en tierras de Santiago de Compostela. Me apeo de la montura para fotografiarlo. Un poco más atrás, Luis y yo nos hemos despistado en una de esas zonas en que uno iba más rápido y el otro más lento, así que al llegar a una rotonda en obras, decido parar a esperarle, antes de enfilar un descenso por carretera hacia las tierras de Lavacolla. Pasa un buen rato y no viene, así que me acerco a un bar cercano desde donde le llamo a su móvil. Me dice que me ha adelantado, aunque yo aún no sé por dónde. Supongo que sería en la zona de obras de la rotonda. El caso es que quedamos en vernos a la entrada del Monte do Gozo. Con la tranquilidad de que ya no nos perderemos para entrar juntos en Santiago, recorro estos últimos kilómetros hasta llegar a la cumbre del Monxoi , nombre propio del lugar. En un “complejo de atracción turística” en que han convertido la zona, repleto de autobuses y abarrotado de peregrinos light , no nos detenemos prácticamente nada, ni siquiera para sellar, sólo para tomar una escueta foto del monumento que hay en el alto de la colina y preferimos iniciar el descenso final hacia el anhelado final.

Ya circulando por carreteras, los últimos kilómetros nos conducen hacia la entrada de la capital gallega, tras atravesar la autovía y llegar al Barrio de San Lázaro. Se pasa por delante de su capilla y ya enfilamos las callejuelas hacia el casco histórico. Las sensaciones de tristeza y alegría, que se mezclan a la vez, son indescriptibles, pero aún hay una parada previa antes de la meta.

Justo paso por delante del Vicerrectorado universitario en la rúa das Casas Reais, donde debo poner el último sello para completar mi certificación de peregrinaje universitario por las diferentes universidades por las que atraviesa el Camino. Dicho y hecho, el primer certificado de mi Camino está completo.

Luis se ha adelantado y quedamos en vernos en la Plaza del Obradoiro. Ahora voy callejeando los últimos metros, empapándome del ambiente y de todo el contenido peregrino, embotado por todos los sentimientos y recuerdos que me desbordan, cuando entro en la preciosa plaza de la Quintana, a donde da la famosa Puerta del Perdón. Se trata de la puerta que sólo se abre durante los años xacobeos –como éste- y que conduce a los peregrinos a visitar el camarín del altar donde está el Apóstol, para darle su abrazo, y después descender hasta la cripta donde se guardan sus restos, junto a dos de sus discípulos.

Resulta que, siendo las 19,30h. veo que a esas horas, no hay ni una sola alma esperando cola para entra por ella, como suele ser habitual, así que sin pensarlo, aparco a Nemenuis con todos los bártulos a la misma entrada de la puerta del Perdón y allá que me voy, con mis pintas de biciperegrino, para agradecer al Apóstol todos sus favores.

Ahora sí que ya no me puedo contener más y rompo a llorar con un profundo sentimiento de gratitud, emoción y satisfacción. Estoy arrodillado y cabizbajo justo debajo de la imagen de Santiago, a solas conmigo mismo y una sensación de paz y tranquilidad enorme me invade. Me siento como un globo a presión que ha estallado, pletórico de sentimientos desvocados. ¡Qué sensación....Indescriptible lo que sentía!. Abrazo al santo y no me percato que justo detrás de mí está esperando una robusta mujer de aspecto germánico y de unos sesenta años, que ha debido verme allí durante un buen rato pues también está muy emocionada con lo que ha presenciado y así me lo comenta.

Le pido disculpas por haberla hecho esperar, pero es ella quien me pide perdón por si me ha molestado en mis “íntimos momentos”. Todo lo contrario!

Bajo hasta la cripta del Apóstol, aún con lágrimas en los ojos y allí, en soledad y silencio rezo unas pocas plegarias, en recuerdo de todo y todos los que me hicieron emprender el Camino,.... los que me encontré a su largo,... los que me ayudaron en su senda,.... los que así me lo pidieron que hiciera por ellos,.....y tantos otros-as que me vienen al recuerdo de mi vida.

“...Pour tous, jái prié à Compostelle” como dicta la petición peregrinal.

Ya se me ha hecho algo tarde, aunque no me doy cuenta hasta que salgo de la tumba del Apóstol y cuando voy subiendo las escaleras, pienso si no habré cometido una grave imprudencia dejando la bicicleta y todo su equipaje sin protección alguna aparcada a la entrada de la Catedral. Aún tratándose de estos sagrados lugares, siempre hay desalmados amigos de lo ajeno.

Con estos pensamientos regreso a la entrada de la puerta del Perdón y......Santiago, protector de todos los peregrinos no había permitido tan desagradable final para mi Camino; así que allí estaba todo, tal y como lo había dejado. Empujando la bici, con ganas de pasear relajadamente en esos momentos de paz interior que disfrutaba, llegué hasta el impresionante conjunto de la Plaza del Obradoiro, donde ya intranquilo por mi tardanza, esperaba Luis.

Otro momento de fuertes emociones: los dos, como descargando toda nuestra alma, nos fundimos en un abrazo, que condensa todos los momentos agradables y no tantos, vividos a lo largo de estos días de esfuerzo, con la satisfacción del “deber cumplido”. Y estando así, comentando nuestras últimas sensaciones, se acerca a nosotros la fornida germánica que me encontré en el camarín del Apóstol, pidiéndonos si nos puede hacer una foto a ambos, pues se ha emocionado con los sentimientos que ha visto en estos peregrinos. Accedemos a ello, con la condición de que nos las mande por correo, a lo que ella accede y promete (meses después, el correo desde Alemania traería la prueba del cumplimiento de su promesa, para mi alegría y sorpresa).

Nos colocamos en la placa del Km 0 de la peregrinación, justo enfrente de la fachada principal catedralicia de la plaza del Obradoiro y quedamos inmortalizados, un par de biciperegrinos, que un día decidieron llegar a Santiago desde Roncesvalles, a caballo de sus monturas mecánicas, y que.....LO CONSIGUIERON!

Ahora toca preparar el reencuentro con los viejos compañeros y amigos del Camino, y de la intendencia de comunicación se encarga Luis con su móvil. Primero llega al Obradoiro Luisa, con quien habíamos quedado para que nos diera las llaves de su piso. Presentaciones. Luego nos comunicamos con los de Castellón, que nos comunican que uno de ellos –Raúl- tiene un fuerte ataque de gastroenteritis con vómitos y diarreas que creemos le impedirán disfrutar de la noche. Por último, llamamos a “las chicas de Triacastela” para comentarles que hemos concluido nuestro viaje y nos interesamos por ellas, a la vez que las incitamos “sugerentemente” a que se animen a compartir esta noche de jolgorio que deseamos pasar para festejar la proeza.

Ellas se encontraban en Arzúa y, cuál es nuestra sorpresa cuando aceptan venir en coche hasta Santiago a saludarnos y pasar un rato de encuentro con todos. Quedamos todos a una hora prudente en la plaza del Obradoiro.

Así pues, volvemos a montarnos en las bicis y deshacer el Camino hasta llegar a la zona de San Lázaro, donde nos aseamos y adecentamos un poco para volver en autobús a la zona catedralicia y proceder a un reencuentro con gente entrañable que conocí a lo largo de los días.

Comenzamos a llegar unos y otros y entre abrazos y momentos de charla, nos acabamos juntando las cuatro de Triacastela, dos de los de Castellón, Cristina y Javier de Madrid, los Bisbales, Luis, el narrador de la gesta y mi amiga Luisa. Además, también nos cruzamos con los tres amigos asturianos de Rabanal del Camino, a los que hice pasar una mala noche y que coronamos juntos la Cruz de Hierro (¡qué lejos parecen ya esas etapas!)

Entre risas, comentarios e intercambio de sensaciones decidimos irnos a cenar en las callejuelas de la zona vieja de Santiago y seguimos la “marcha nocturna” hasta eso de las 3,30 de la madrugada. Después de cerrar, incluso, algún pub acompañamos a las chicas a coger el coche en el que habían venido y nos vamos a dormir. Mañana,...es decir....Hoy, aún nos quedan cosas que hacer.