21/1/07

Día 12: 27/05/04 SANTIAGO DE COMPOSTELA - NEGREIRA

Alguien pensará al leer este relato...”pero, después de más de 700 km en el cuerpo ¿aún quedan ganas de seguir pedaleando?” Pues la verdad es que sí. Pero vayamos paso a paso, que ESTO AÚN NO HA CONCLUIDO! Y el día, tendrá dos partes diferenciadas que vamos a denominar como: “el callejeo santiaguero” y “continuando hacia el fin del mundo”

Después de una noche verbenera y con escaso descanso en el cuerpo dado que sólo dormimos unas 4 horas y media, nos levantamos en un día espléndido que amaneció en la capital gallega. De nuevo, y esta vez en bus, nos acercaremos hasta la Catedral. Mi intención, dado que ayer ya cumplí con el abrazo al santo, será hacer los trámites de recogida de la Compostela –certificando mi peregrinaje- y posteriormente asistir a la misa del peregrino de las 12 horas, donde ponen en funcionamiento el famoso botafumeiro.

En el autobús, ayudamos a una buena señoriña que se dirige con unas cajas cargadas de fresco queso artesano de Arzúa a venderlo en la plaza de abastos. A esas horas daba gusto el olorcillo dentro del autobús.

Nos vamos rápido a la oficina del peregrino en la rúa Villar y aún hay poca gente haciendo cola, así que aprovechamos y nos dan nuestra Compostela acreditativa tras enseñar nuestras credenciales selladas -sobre todo las 3 mías-, en donde nos estampan el sello final que acredita haber completado el Camino. Aunque figura la fecha del día de la burocracia, el caso es que hemos completado el viaje en 11 días. Todo un éxito para mi que, hace ya casi 9 meses, no sabía si sería capaz de semejante gesta. Obtengo pues, mi segunda certificación xacobea en esta aventura.

Al salir de la oficina, me cruzo con el grupo de biciperegrinos de Verín que venían a recoger sus certificados, aunque me llevo una desagradable sorpresa cuando veo a uno de ellos con la cara llena de moratones y heridas suturadas en la cabeza, portando también un brazo en cabestrillo. Me explican su importante accidente en la bajada del Erro, que ya le había imposibilitado disfrutar del resto del camino. ¡ Una pena !, con la ilusión que tenía precisamente este hombre en Roncesvalles. Otra vez será amigo.

Con nuestros certificados en la mano, y teniendo aún tiempo, Luis quiere acercarse a la plaza de abastos a comprar uno de los gustosos quesos que había visto en el autobús. Callejeamos y nos acercamos al mercado, no sin pasar antes por la llamada plaza de Cervantes, donde se encuentra una estatua en honor a Alfonso II “El Casto”, rey asturiano que inauguró el peregrinaje a Compostela, a través del Camino Primitivo. (¿quién sabe si algún día este humilde relator le sigue por ese trazado?). Una foto y paseamos entre múltiples puestos ambulantes repletos de frescos productos de esta maravillosa tierra gallega. Compra de un par de quesos mantecosos del país y regreso para asistir a las 12 a la Misa del Peregrino.

Cuando llegamos, entramos por una de las puertas laterales que dan acceso a la Catedral en la zona de la Plaza de Platerías, desde donde dicen las guías que se puede ver con mayor nitidez el vuelo del botafumeiro en toda su magnitud.

El templo comienza a abarrotarse de peregrinos de todas condiciones, razas, profesiones.....y yo diría que hasta.. credos. Se escuchan los primeros cantos y rezos preparatorios a la Eucaristía, que hoy estará presidida por el Obispo de Compostela.

Ya en esos momentos previos comienzo a sentir unas fuertes emociones y sentimientos que me inundan y que procuro interiorizar y reflexionar sobre ellos, mientras me encuentro sentado en pleno suelo. Pero, si ayer no pude contenerlas y afloraron ante el Apóstol, hoy comienzo a llorar como un niño, sin darme casi cuenta y sin poder refrenar el llanto. Muchas cosas vienen a la mente en esos momentos. Así creo que estuve casi una media hora, justo hasta el momento de comienzo de la misa.

Poco tiempo después, creyendo que ya había acabado el momento reflexivo y de emociones, vuelvo a sentirlo y ya casi no puedo dejarlo hasta el final, incluyendo el tiempo del vuelo del botafumeiro.

Luis se ha dado cuenta de las fuertes sensaciones que estoy viviendo y de los recuerdos de la gente en quienes estoy pensando en estos momentos, y cálidamente me da un fraternal abrazo en uno de esos momentos en que cree que me derrumbo. Sin embargo, es justo lo contrario. La fuerza interior y la paz que siento han compensado con creces el esfuerzo.

Finalizado todo el acto religioso, hacemos un breve recorrido por el interior del templo, unas fotos de recuerdo y concluimos con uno de los rituales de los peregrinos: el estampe de nuestras manos sobre la columna del árbol de Jesé del Pórtico de la Gloria y los cabezazos –llamados aquí croques- que nos damos sobre la figura del Maestro Mateo, para ver si nos trasmite algo de su milenaria sabiduría.

Con todos los requisitos cumplidos como buenos peregrinos, y con el jubileo ganado, salimos a encontrarnos con los de Castellón para algo más lúdico. Quedamos para ir a comer juntos, aunque creo que realmente sólo lo haremos cuatro personas, ya que, a pesar de estar algo más restablecido y sin la “cagalera” de ayer, el pobre Raúl aún no está para meter nada sólido en el cuerpo. Paseamos por la zona de vinos de las callejuelas próximas a la Catedral y acabamos en un pequeño bar-restaurante que nos han recomendado unos jóvenes estudiantes: A Tulla.

Durante la comida, ellos ultiman los detalles del regreso en común hasta Madrid que harán en una furgoneta de alquiler para llevarles a ellos y sus bicicletas. Por mi parte, como decía un famoso personaje televisivo de los años 70 en este país: ”YO..... SIGO”.

Tras despedirme de ellos y quedar emplazados para intentar un futuro reencuentro en alguna otra aventura, regresamos al piso para recoger Luis todos sus bártulos, incluida la bicicleta, y que yo pueda organizar de nuevo la puesta en marcha. Nueva despedida y buenos deseos entre ambos. ¡Quién sabe si estos días que hemos compartido serán el inicio de una larga amistad!

Ahora, cuando me quedo en solitario en el piso de Luisa y mientras preparo el equipaje y me visto de nuevo con la ropa de biciperegrino, me siento como un globo deshinchado después de tantas cosas vividas en las últimas horas. Quizás también colabore el poco descanso reparador que hace falta en estos casos.

Emprendemos, ahora en solitario, la continuación de nuestro viaje EN BUSCA DEL FINISTERRE donde, entre otras cosas, he prometido acordarme de todos ellos y pedir por ellos.

Entre unas cosas y otras, parto a las 17,20 h del lugar de reposo en la zona de San Lázaro, donde pongo mi cuenta-km a cero, para retomar la senda que me conducirá por calles conocidas hasta la Plaza del Obradoiro. Mi intención es poder hacer, en lo que queda de tarde, casi un tercio de la distancia que me separa de Finisterre, para completar el resto en el día de mañana.

Antes de partir, una vez más me detengo delante de la Catedral y hago una petición de protección al Apóstol en esta nueva aventura que emprendo. Salgo entre el Hostal de los Reyes Católicos y el Consistorio, bajando por la rúa da Poza de Baixo para alcanzar la Carballeira de San Lorenzo y posteriormente atravesar por Ponte Sarela –zona de antiguos molinos y fábricas de cuero-, para llegar a Sarela de Abaixo. Desde esta población y entre zonas de chalets, echo el último vistazo a las torres y complejo de la Catedral.

Ahora toca una zona de dificultosa orientación por mala señalización, pasando por Carballal y Quintáns. Por estos parajes, me encuentro con un senderista que me orienta por el trazado correcto al verme algo despistado y con el que comparto un rato de caminata empujando a Nemenuis, mientras me comenta que es un gran aficionado a la práctica de esa actividad deportiva y los recónditos lugares, incluso del extranjero, en que han estado él y su mujer practicándolo. Algo más adelante, nuestros caminos se separan y agradeciéndole sus indicaciones me despido.

Ahora transito por una zona de explotación forestal de eucaliptos, también peor señalizada que lo que venía acostumbrado del Camino Francés, y paso por el Alto do Vento. Me vuelvo a despistar de las flechas amarillas y guiándome por el ruido de unos trabajadores de la construcción en una obra cercana, salgo monte a través hacia una zona próxima a Ventosa, donde recupero la senda.

Llego al área de descanso del puente medieval que hay en Augapesada y a partir de aquí comienza un duro ascenso por carretera y caminos forestales hasta alcanzar el Alto do Mar de Ovellas. Ahora unas cuantas aldeas más y llego a Ponte Maceira Vella. Aquí, hay una preciosa zona que forma un conjunto paisajístico digno de disfrutar: un puente gótico de 3 arcos cruza un bonito río que bordea un señorial caserío gallego muy bien conservado: el Pazo de Leboráns. ¡Cómo vivían ciertos señores del siglo XIX ! me pongo a pensar mientras disfruto del paisaje y del entorno y hago unas fotos.

Atravieso unas zonas de carreiros ganaderos entre unas huertas y a través de un suave ascenso alcanzo otro bonito pazo que hay próximo a Chancela: el Pazo Cotón. Ahora ya estoy a tiro de piedra de una población más importante: Negreira. Son casi las 20 h, así que ciertamente cansado, me pongo a buscar el albergue que hay a las afueras del pueblo. Atravieso un arco amenado que une el pazo de Cotón con la antigua capilla de San Mauro y tengo que superar una fuerte, aunque corta, pendiente por carretera que lleva al albergue.

Cuando llego al albergue, una chica que se supone hace de hospitalera me dice que no quedan plazas libres salvo en una colchoneta. No será igual que la cama donde reposé ayer pero a estas alturas lo único que quiero es descansar algo y reponer el sueño y las fuerzas consumidas en las últimas 24h. El caso es que todo el lugar está lleno de un grupo de jóvenes ciclistas (¿excursionistas, peregrinos,...?) acompañados de un par de tutores, que acampan en tiendas de campaña y demás instalaciones del albergue.

Desembalo mis pertenencias y estiro el saco sobre una colchoneta en el suelo; me doy una ducha y salgo carretera abajo hacia el pueblo, donde llamo por teléfono a casa y ceno en una casa fonda. Allí comienzo en solitario, pero al rato el local se llena de los chicos del grupo del albergue.

Al concluir la cena, vuelvo sobre mis pasos; unas fotos del lugar y enfilo la cuesta hacia el albergue. A la cuna!