21/1/07

Día 5: 20/05/04 BURGOS – CARRIÓN DE LOS CONDES

Después de una reconfortante noche de descanso en una casa de campo, desayunamos en casa del primo de Ana y nos volvemos en coche hacia Burgos, donde había dejado a Nemenuis reposar del camino en el rellano de la escalera de casa de Ana. Allí cargo mis bártulos y después de dejarle unos papeles a mi amiga con el encargo de que me los envíe a mi domicilio, me despido de ella y reanudo la marcha, un poco tarde ya, para las horas acostumbradas en los días precedentes. Atravieso de nuevo por las callejuelas próximas a la Catedral, donde me vuelvo a encontrar con la pareja de casados de Madrid –a partir de ahora Cristina y Javier- que se hacían unas fotos cerca de los monumentos arquitectónicos de la zona. Les saludo y tras una breve charla sigo la ruta.

Yo por mi parte, voy camino de la zona universitaria burgalesa, cuyo edificio rectoral se ubica en el antiguo y grandioso monumento nacional del Hospital del Rey. Allí me estampan el sello en mi credencial universitaria en el cuarto campus que visita el camino. Unas fotos de la portada, joya arquitectónica, y me despido de la “ciudad del Cid”.

Nuevamente se van sucediendo pueblos: Villalbilla, Tardajos -con el primer cruceiro que veo después del que hay en Roncesvalles-, Rabé de las Calzadas, a donde ya no le separa hoy en día, la famosa “milla castellana” que distaba antiguamente de Tardajos, y en donde creo que suele ubicarse una amable monja que obsequia con un pequeño relicario a los peregrinos. En mi caso, no hubo regalo, ya que debía estar en sus rezos matutinos, pues ni rastro de la monja, ... ni de nadie a esas horas (9,30h). Pongo un sello en mi credencial en la Virgen de la Guía de esta localidad y, adelante.

Subimos otra “cuestecilla” más, entre las numerosas de la zona, a la que bucólicamente denominan “Matamulos” (por qué será?) para alcanzar el Alto del Páramo y nos acercamos a Hornillos del Camino, cuya fuente se observa decorada en su alto por un gallo. Un poco más adelante, encuentro en la cuneta del camino unos guantes de ciclista que alguien puede haber olvidado. Los recojo y ya veremos si se vuelven a encontrar con su dueño....

Paso por otro alto, cuyo nombre refleja entre qué tipo de parajes vamos circulando: el Alto de la Meseta, camino que está plagado de mojones peregrinos. Voy acercándome al arroyo San Bol para posteriormente llegar al pueblo de Hontanas. Aquí, me dan las 11,30h así que es hora del “tentempié” mañanero, que aprovecho para realizar en una de las “tabernas” más curiosas del camino: Casa Victorino Díaz. El local y las condiciones higiénicas de la preparación de los bocadillos, a primera vista, no son aptas para escrupulosos; sin embargo, está lleno de peregrinos que hacemos cola para que el dueño nos prepare sus famosos bocatas. En el momento que yo entro en el local, está preparando unos cuantos para un grupo de peregrin@s de a pie de múltiples lenguas extranjeras: japonesa, ingleses, argentino y alemanes. Cuando acaba con la comida, el peregrino argentino, que es quién se encarga de la conversación y suministro, solicita a Victorino –al que se dirige como si le conociera de toda la vida- que les haga una demostración de cómo este paisano “bebe” el vino por el porrón. Con la parsimonia de los lugareños, nos deleita a todos empinando su porrón y dejando caer el chorrito sobre su frente y nariz para que el líquido elemento acabe finalmente en su boca. Aplausos de la concurrencia. ¡sólo les faltó llamarle torero!.

El caso es que doy cuenta de mi bocata jamonero, en pan de pueblo untado con sendos tomates, regado con buena jarra de cerveza, mientras contemplo el lóbrego bar que adorna en casi su totalidad con antiguos elementos y utensilios de labranza. Me vinieron a la memoria las antiguas pallozas de los Ancares. Estampo su sello y al salir del local me encuentro parados a un pequeño grupete de biciperegrinos, entre los cuales está Luis, el de Madrid. Pregunto sin dar más datos, si alguien ha echado en falta algo: momento de silencio y el susodicho “colega biciperegrino” dice que él ha perdido sus guantes de ciclista, que cree haber dejado olvidados en la ruta en una parada técnica para recomponer su montura. Cuando saco del bolsillo de mi maillot los guantes y se los enseño, se le llena la cara de alegría y me da las gracias. Había leído que el camino te da y te quita... En este caso, a él le tocó la parte más favorable. El reencuentro se había producido, y yo había sido su artífice.

Luis aún se quedará parado para reponer fuerzas, así que decido seguir en solitario, por el momento, y me encamino hacia las ruinas del antiguo convento de San Antón, debajo de cuyo antiguo porche atraviesa la carreterilla por la que transita el camino. Hago una breve visita, aprovecho para sellar y me llevo un pin con la famosa “Tau” de recuerdo.

Se acerca la hora del mediodía y llego a Castrogeriz. La famosa Colegiata de la Virgen del Manzano está cerrada, así que visita exterior una vez más y fotos del lugar con las vistas de su castillo también. Poco más adelante sello y ya a la salida se ve, no muy lejos, la “subidita” que me espera. Famosa Cuesta - Teso de Mostelares. Amplia y ancha subida por un terreno arcilloso, removido por las máquinas que hacían obras en la zona. Afortunadamente estaba seco, pues me imagino el suplicio que deberá ser su ascenso con barro. Uff!!!

Al poco de iniciar “las maniobras de empuje” de Nemenuis, me encuentro con una placa monumento a un peregrino fallecido en estos lares. Momento de reflexión, foto y una pequeña oración por.......todo el mundo.

Con sudor llego a su cúlmen. Unas vistas de la planicie castellana inmensas y todo el encanto del lugar....... se rompe: un autobús plagado de alemanes pseudoperegrinos, de los que “ni dan los buenos días” como me dirían más adelante. Vamos unos auténticos Monster (ya vendrá el capítulo explicativo de esta nomenclatura). Este tipo de “peregrinos” sería bastante frecuente hallarlos a lo largo de los días. Eran descargados en manada en un lugar no muy alejado de cierta población, en donde nuevamente eran recogidos en autobús y recorrían así la senda por tramitos, para ir haciendo turismo barato. Es sólo una opinión, no pretendo que sirva de crítica, sólo como forma de disconformidad. Continuemos pues el relato.

Por un fuerte desnivel, bajo un tramo de bici trialera total: una gozada, después del duro ascenso, pero hay que poner todos los sentidos, ya que un fallo técnico en la conducción y podría ocurrir un grave accidente a esas velocidades. Abandono las tierras burgalesas para adentrarme en las palentinas, en cuyo límite hago fotos del mojón que lo atestigua y del puente Fitero, que debe atravesarse. En un desvío quedará el pueblo de Ítero del Castillo, que se ve pero no se pasa y pedaleo hacia Ítero de la Vega, donde sello. Ahora ya son horas de buscar donde comer, pero decido seguir un poco.

Subo nueva cuesta y a las 14,50 h. entro en Boadilla del Camino, con su famoso rollo de justicia. Lo inmortalizo en mi álbum y entro en el albergue de peregrinos, ya abarrotado, estampo un nuevo sello y me voy hacia el bar adjunto y dentro del mismo patio interior compartido, para comer. El bar-restaurante El Camino igualmente está abarrotado de comensales, la mayoría peregrinos. En un grupo muy variopinto de ellos, ya a los postres, una mezcla de españoles e italianos, no paran de entonar diversas y variadas canciones populares. Entre ellas, la canción de la Alegría. ¡Viva Europa!. La voz cantante –nunca mejor dicho- la lleva un “maño”, rodeado de unos italianos, un francés y dos chiquitas que, curiosamente están festejando el cumpleaños –25- de una de ellas, por cierto gallega . Al unísono, la mayoría de los comensales, incluyéndome, acompañamos el “cumpleaños feliz”. Y, supongo que en su honor, encontrándome ya con el postre, inicia el “maño” las notas de la canción popular gallega “A saia da Carolina”. Nefasto......no aguanto más y me acerco para saludar a la cumpleañera paisana y le digo que ya que es gallega, por lo menos sea ella quien dirija esa melodía, ya que la entonación del maño cantando esta bella canción popular es lamentable; a lo que me invitan a unirme a ellos en la interpretación. El canto no es lo mío, así que entre bromas y risas, amablemente me despido de ellos deseándoles buen camino. Sello en el restaurante y, marcha.

Al poco llego a cruzar el famoso Canal de Castilla, vieja gloria de ingeniería dieciochesca, que pretendía comunicar la meseta con el Cantábrico, haciéndolo navegable. Justo en una de las esclusas me topo con Javier y Cristina que están parados y quieren unas fotos en la zona. Se las hago y continuamos justo hasta la entrada del pueblo de Frómista, donde ellos se alejan. Yo me acerco hasta un pequeño parquecillo, justo enfrente de la iglesia de San Martín, otra de las joyas arquitectónicas, que merece la pena visitar. Al poco llega también Luis y decidimos hacer juntos la visita al monumento. Pagamos y nos deleitamos con la vista de los magníficos capiteles adornados con diferentes motivos religiosos y fabulados. Varias fotos y un sello.

Al salir, decidimos seguir juntos hasta Carrión de los Condes, pasando antes por varios pueblos, siendo el último de ellos Villalcázar de Sirga. Aquí toca nueva parada y visita a la Iglesia de la Virgen Blanca: la de las famosas Cantigas de Alfonso X El Sabio. Está en un pequeño repechito del pueblo, y justo en la escalinata que conduce al interior del templo y en su magnífica portada, nos encontramos a dos personajes vestidos a la vieja usanza con sombreros y capas y tocando una especie de laúd medieval y unos tambores, cantando unos romances para un reportaje de prensa, mientras son grabados por un cámara. Hago unas cuantas fotos de recuerdo y pasamos al interior. Bonito templo y me viene a la mente el castillo de Maceda, donde dicen que pasó su infancia el famoso Alfonso – Sabio. Nos enrollamos un poquito con la madurita joven, que hace de portera, nos sella las credenciales y, con más de 83 Km de pedaleo y que ya es una oportuna hora vespertina, seguimos camino.

Tras más de 90 Km en el día de hoy, por fin llegamos a Carrión de los Condes. Justo a la entrada está la Iglesia de Sta María del Camino con su refugio; preguntamos si hay plaza....hasta los topes. Seguimos hacia el centro del pueblo, paramos en el refugio parroquial...igual de lleno, pero la señora que lo gestiona, hermana del párroco, al vernos cansados y sin plaza, nos dice que estemos tranquilos que en el pueblo siempre hay un sitio. Nos acerca hasta un antiguo colegio de monjas, que con el paso del tiempo ha reconvertido muchos de los dormitorios de sus internas en hospedaje para peregrinos. Efectivamente nos acogen. Camastro en una gran sala, aún con huecos libres, de hombres. Al lado estarán las habitaciones de las mujeres. Ducha, colada y hoy....después de muchos Km y barro desde que iniciamos la ruta en el borde de la Península, también le toca un buen “baño” a Nemenuis en el patio del colegio, donde amablemente me dejan hacerlo.

Después, comento con Luis si viene a cenar y dado que trae fruta y otros “manjares” con él para reponer fuerzas, me acerco hasta el Hostal-Restaurante La Corte, donde doy cuenta de otro menú peregrino, junto a otros muchos acompañantes. Un sello de la casa en la credencial.

Cerca de la hora fijada para el cierre del colegio y tras pertinente llamada a casa, retorno al “hogar” donde Luis se encuentra parlando con una pareja de biciperegrinos astures peculiares: un tío y sobrino. El tío, un fornido ex-minero y con la cabeza rapada, nos deleita con bromas y comentarios divertidos sobre nuestra suerte de tener a unas “brasileñas bigotudas” en la habitación de al lado y a unos potentes “Monsters” roncadores ya dormidos, en nuestra habitación. Esta denominación la aplica a todos los peregrinos extranjeros, sobre todo a los de a pie, que dice que además de ocupar todo el espacio que pueden abarrotando todo el camino, sólo roncan y no saludan ni a su madre...El caso es que nuestra propia experiencia casi es similar. Así que a partir de ahora, además de ser bautizados ellos mismos por la pareja de Monsters, cuando nos topemos con un extranjero poco comunicativo o de potentes ronquidos, le apelaremos como uno más de los Monster del camino.

Tras un ratito más de risas y cachondeo, la noche ya cubre todo un estrellado cielo y con el silencio y quietud del lugar –salvo la serenata nocturna que nos espera- me voy a la cama, protegiéndome con tapones los oídos.