21/1/07

Día 3: 18/05/04 VIANA – SAN MILLÁN DE LA COGOLLA – SANTO DOMINGO DE LA CALZADA

Tras una reparadora noche en mi litera de 3º piso me desperté a las 6,00h con las incesantes idas y venidas de los peregrinos de a pie que ya llevaban un buen rato empaquetando sus mochilas y recogiéndolo todo para partir. Así que después del aseo y empaquetado de mis enseres en la mochila bicicletera, bajo a cargarlo todo en mi montura, cuando me percato que al casco -que dejé ayer sujeto a la rueda de la bici- le han sustraído la visera de protección que llevaba; o como decían en la mili, donde no se robaba nada, sino “que había cambiado de sitio”, y yo no lo encontré. En este, como en todos los caminos de la vida, hay de todo, y no te puedes fiar de nada ni de nadie. Según el dicho de mi tierra: “hai moito cabrón con cara de coello”. El caso es que con algo de espíritu peregrino, después de este primer pensamiento, vino a mi mente que a quien lo hubiera hecho, ¡ que le aproveche, seguro que la iba a necesitar más que yo!. Aprovecho para desayunar, con nueva parada en el Bar Pitu.

Me encamino a esas primeras horas mañaneras con algo de fresquillo hacia Logroño, pasando por la ermita de la Virgen de las Cuevas –cerrada, claro- y en una bajada, justo antes de entrar en la ciudad, hay un pequeño garito famoso en el camino: el puestecillo de la Sra Felisa, donde ésta ya fallecida, además de sellar, ofrecía higos, agua y amor a todos los peregrinos que pasaban, tal y como refleja el sello que me estampan en la credencial. Lo hace hoy su hija, que se emociona un poco cuando le recuerdo a su madre y le doy el pésame, devolviéndome las gracias. ¡ Ultreia el Suseia para Felisa, allá donde se encuentre !

Sigo camino y cruzo el puente sobre el Ebro, a la entrada de la ciudad. Aquí justo hago un pequeño desvío del camino, callejeando hasta el Campus Universitario de Logroño donde me sellarán en la 2ª Universidad Xacobea por la que paso, en mi Acreditación Universitaria Xacobea, que completaré a lo largo del camino, y que es diferente a la propia Credencial del peregrino, tal y como ya expliqué en anteriores capítulos.

De vuelta al camino, paso por la iglesia de “Santiago matamoros y la puerta medieval del peregrino o del Revellín en las antiguas murallas y me dirijo hacia el parque de la Grajera, pulmón del entorno de la ciudad riojana. En este mismo día sé que pasan por aquí un grupo de canarios que ¡están haciendo el camino en camello!, pero no coincido con ellos (días más tarde me enteraré que alguno de mis colegas sí pudo coincidir y fotografiarlos).

Ya en ruta paso por Navarrete, donde sello nuevamente, y cerca del Alto de San Antón, atravieso un tramo de camino lleno de “mojones peregrinos”: se trata de unos montoncitos de piedras acumuladas unas encima de otras, colocadas por múltiples peregrinos que transitamos. Sigo la tradición y coloco mi piedra, colaborando a engrandecer uno de ellos. Fotos de recuerdo y directo hacia otra joya del Camino: Nájera.

Su Monasterio gótico de Sta María la Real, bien merece una parada y visita, tal y como pude realizar. Su claustro, sepulcros de “gentes principales” de la Edad Media y demás joyas artísticas son dignas de cualquier catedral. El único inconveniente es que había zonas cerradas por obras de restauración.

Continuo hacia Azofra, donde me sellan en la parroquia de Ntra Sra de los Ángeles. Amable hospitalera que me ofrece su agua para calmar la sed. Y voy a tomar un desvío del Camino para dirigirme a visitar otra joya cultural hispánica que me apetece conocer: los Monasterios de Yuso y Suso de San Millán de la Cogolla, en cuyos “scriptorium” hace ya bastantes siglos, un monje escribió unas famosas notas adjuntas a textos latinos, que constituyen las históricas primeras reseñas de la lengua castellana: las famosas Glosas Emilianenses.

Paso por Alesanco y llego a Cañas. Mediodía, mucho calor. Paro a comer en el hostal-restaurante La Casona de Cañas donde no me dejan entrar la bici, así que se queda fuera, en la acera de enfrente que es donde hay más sombra. Aprovecho para cargar la batería de la cámara de fotos mientras me sirven la comida. (eso si me lo dejaron hacer). Al finalizar, me estampan su sello y hago unas fotos del cercano Monasterio de Santa María y ya me dirijo hacia las tierras de Gonzalo de Berceo, que así se llamaba el famoso monje artífice del nacimiento lingüístico.

De nuevo, mucho sol y calor. Llanuras largas y descenso, pero la bici “no anda” o eso me parece a mi. Será el calor sofocante, el sopor tras la comida, el viento de cara o que ya no tengo fuelle?. Me vienen a la mente ahora las etapas del tour de Francia en donde algún que otro corredor pasa su día de calvario. Hoy debe ser el mío. Al llegar a Berceo paro en su fuente, donde me doy un buen remojón en la cabeza y calmo la sed. Me molesta un pie y me descalzo para remojarlos también. Una incipiente ampolla en el pie izdo (...y eso que no voy a pie!) por un mal calcetín, que ya he condenado a ser quemado en el Finisterre...si llego. Algo sofocado llego a San Millán de la Cogolla y me acerco hasta una oficina de turismo, donde al verme llegar con estas pintas deducen que soy un peregrino (¿por qué será?) y me informan que si estoy interesado en la visita conjunta de ambos monasterios –el de abajo o Yuso, y el de arriba o Suso- que acelere el paso porque está justo a punto de comenzar un grupo y que hasta casi hora y media después no empieza el siguiente. Así que salgo pitando hacia la puerta de entrada al claustro, en donde una joven guía ya comenzó las explicaciones al reducido grupo que dirige. Visitas a zonas histórico-culturales de gran valor y al concluir ahí, subo a recoger un pequeño billete del microbús que nos acercará por una carreterucha cerrada al tráfico convencional hasta el monasterio de Suso. Además, resulta que por tratarse de año xacobeo me regalan, como detalle de la Comunidad Riojana a los peregrinos que se desvían de su ruta para visitar este lugar, una pequeña reproducción del Códice manuscrito origen de nuestra lengua vernácula. Gracias por el detalle; pequeñas cosas así favorecen y estimulan el espíritu del viajero. Igualmente, sello de costumbre en la credencial.

Al llegar arriba, una pequeña iglesia, con cuevas eremíticas originales y las famosas lápidas de los 7 infantes de Lara. El guía de aquí, más seco que una pasa, pone dificultades a sacar una inofensiva foto del lugar de las lápidas. No creo que una foto en esas condiciones haga ningún mal; pero eso sí, no deja de soltarnos el rollo comercial de que podemos adquirir recuerdos. Pues así no! Bueno dejemos ese asunto y hasta la próxima.

Tras visitar el Monasterio de Yuso y Suso, se comienzan a escuchar truenos en la cercana sierra de La Demanda y el cielo parece ennegrecerse por la lontananza. Dado el esfuerzo que tuve que hacer para llegar hasta aquí al mediodía y que ahora el regreso es casi todo en cuesta hacia arriba, surge la tentación de abandonar por unos kilómetros la ruta pedaleando y pregunto si alguno de los autobuses de turistas que hay en la explanada podría acercarme a mí y a mi montura hasta Santo Domingo de la Calzada. Mala suerte o redención de pecados contra mi tentación, el caso es que ninguno de los autobuses van en esa dirección; así que no queda más remedio que intentarlo de nuevo. Me pongo a pedalear lentamente pero con mejor ritmo, y tras atravesar en la vuelta por Villar de Torre y Cirueña, me hago todo el tramo que me falta hasta reencontrarme con el Camino en Santo Domingo de la Calzada, cerca de las 19,15h. ¡ Feliz por haberlo logrado y mejor de lo que pensaba! . Debió ser “el milagro de San Millán para conmigo”.

Paso por el primer albergue: el del Monasterio de Ntra Sra de la Anunciación y me dicen que está completo: sello y sigo. El siguiente que me encuentro, ya cerca de la Catedral es el de la Cofradía del Santo y pregunto a la hospitalera que lo atiende (Pilar) si tiene plaza: me lo confirma y me acompaña a mis aposentos -una colchoneta en el suelo de una especie de polideportivo abarrotado, en donde hay ya unos 200 peregrinos más- tras la descarga de los bártulos y dejar aparcada a mi Nemenuis.

Tras la reconfortante ducha y colada obligatoria, me voy a visitar la Catedral en donde acaba una misa del peregrino y nos invitan a quedarnos a escuchar las explicaciones histórico-culturales de la Catedral. El cura que nos da la charla, se enrolla más de la cuenta y a mi se me hace tarde para ir a cenar y llamar por teléfono para “dar novedades en casa”.

Allí coincido con un biciperegrino con el que, ahora mismo aún no lo sé pero, llegaré a compartir muchos tramos más.

Volviendo al relato:... aprovechando un descuido del cura en su charla, silenciosamente me levanto del asiento y salgo por un lateral, sin ver demasiado detenidamente nada del gallo ni la gallina que se ubican en el interior del recinto sagrado. Voy raudo hacia un restaurante con menú del peregrino, donde ya están finalizando algunos comensales y yo me siento a dar cuenta de la cena insistiéndoles si pueden darse algo de prisa por los motivos de que me pueden cerrar el albergue. Estando yo ya con el segundo plato aún llega a cenar el biciperegrino de la catedral. Pienso que hoy duerme al raso. Corta llamada a casa y como una flecha hacia la portada del albergue, que ya estaba cerrada a las 21.59.48h. según mi reloj. ¡Eso es puntualidad! Menos mal que llamamos y nos abren. Me voy a la colchoneta después del aseo y, mientras se oyen pasos, risas por barrios e inicio de ronquidos....., mientras algunos mandan callar a otros sonoramente, procuro realizar unos momentos de reflexión de estos últimos días y aventuras pasadas, haciendo tiempo para quedarme dormido:

.......”Y al tercer día resucitó”

Y como Jesús, yo casi resucité. Tras casi tres días de jornadas biciperegrinas, en el de hoy me he ido recuperando algo tras los dos anteriores, verdaderos rompepiernas, rompecuerpos, rompebicis y......rompetodo. Atrás han quedado interminables cuestas, con sus pedruscos enormes, sus caminos de cabras, las zonas embarradas, las estrechas sendas, las caídas y remojones ...y con todo, mucho sudor, pedaladas y sobre todo, sube y baja de “mi montura”. Posteriormente, y sin apenas haber recorrido ¼ de lo programado, bautizaré a éste como “mi camino y medio” ya que un camino lo hice en bici, pero, medio más, lo hice a pie empujando a Nemenuis. Igualmente van quedando ya momentos para el recuerdo....