21/1/07

Día 4: 19/05/04 SANTO DOMINGO DE LA CALZADA - BURGOS

Mucho mejor día, y eso que nos despertaron en plan espartano. La hospitalera (Pilar) debe ser famosa. Se enrolló conmigo muchíiiiisimo. Le debí caer simpático, aunque la verdad es que se enrollaba con cualquiera. Y a eso de las 6h. con un auténtico “toque de diana cuartelero”, encendido general de las luces y una voz grave de donostiarra que nos indica “suave y amablemente” que es hora ya de levantarse. Más o menos remolones nos vamos levantando y después del aseo personal, toca cargar los bártulos en la montura y continuar viaje. Pilar me despide contándome varios detalles de carácter médico y después de estampar mi credencial me regala una gorra amarilla, recuerdo de las recientes pasadas fiestas del pueblo. Dado el color –favorito de mi hijo- creo que ya tengo un primer regalo-detalle para el pequeño de la casa.

Son ya las 7,20h y los bares de Sto Domingo están aún cerrados a esas horas, así que me encaminé hacia Grañón. A la entrada del pueblo, una pequeña plazoleta y una terracita improvisada de una tienda-bar –Alimentación Piedad- nos sirve de parada a muchos peregrinos en donde se desayuna con el cafelito y el pan y bollos caseros de toda la vida.

Sigo hacia Redecilla del Camino y sello; Castildelgado, y otra estampa más para la credencial en el hostal El Chocolatero; continuo hacia la tierra natal del “santo de la calzada”: Viloria de Rioja, donde conservan su pila bautismal. Por el camino me pasan un grupo de tres biciperegrinos de Castellón: Manolo, “Pipin” y Raúl, el que seguirá un ratillo conmigo de charla, mientras sus compañeros siguen como motos; después nos despedimos con un ¡buen camino!.

Al llegar a Viloria, me los volveré a encontrar, parados por un percance: un fuerte pinchazo con reventón de la cubierta de uno de ellos y tuvieron que improvisar un remedio hasta Burgos -cambio de cámara y “encintado” de la cubierta con cinta aislante-. A partir de ese momento serían otros de los futuros acompañantes de mi camino. Deseándoles que pronto solucionen su problemilla, sigo la ruta hacia Belorado por sendas variadas, y al llegar, dos sellos más para la colección: uno en el albergue y otro en una casa rural de la localidad. Voy anotando en mi particular libro de ruta los datos kilométricos y horarios cada vez que paso por un lugar, tal y como vengo haciendo desde el inicio de mi viaje y continuaré haciendo hasta el final; espero que llegado el día sirvan para quedar plasmados en una futura proyectada página web, junto con este mismo diario, la colección de mis fotos del Camino y todos aquellos pequeños detalles que vaya recopilando y sirvan en un futuro a cuantos bici-peregrinos o demás caminantes de la “senda” pueda interesar.

Continuo hasta Villafranca Montes de Oca, en donde se inicia la subida al Alto de Pedraja y se deben atravesar los famosos montes de Oca, antes de Burgos, así que decido parar a reponer fuerzas con el acostumbrado bocata jamonero y jarra de “zumo de cebada”. Al dirigirme hacia el mesón llega el grupo de los bicicleteros de Castellón que, milagrosamente, seguían aguantando con su maltrecha rueda, y deciden seguir rápido hasta Burgos para ver si consiguen arreglarla definitivamente. Breve charla y buenos deseos para ellos. Paso a mi almuerzo de media mañana y al finalizar, sello en el Real Hospital de la localidad y me encamino hacia las primeras cuestas nada más salir del pueblo.

Tramo de empuje de bicicleta hasta la fuente de Mojapán, en donde me encuentro con una francesita, de aspecto más bien enclenque, que cansada, me recibe con un UFF...mientras daba buena cuenta de su bocata y se refrescaba. Repongo agua en el bidón y sigo. Llego al alto tras una durísima subida, donde se escuchan los cercanos ruidos de los coches y camiones que suben por la cercana carretera hasta el puerto. Paso cerca del monumento a los Caídos de la guerra civil. Bonitas vistas entre pinares y amplias pistas forestales por las que se transita ahora con facilidad.

Llego a San Juan de Ortega, otro famoso pueblo del Camino, aunque me lo había imaginado más grande –no sé por qué- con un buen sol de mediodía apretando en lo alto. En la fuente me doy un buen remojón, refrescándome los pies, piernas, cabeza y tórax. Vamos que salvo el cultote, me había quitado todo. Mientras descanso un ratito y me voy secando, llega un autobús de los del Inserso, cargado de excursionistas pseudo-peregrinos. Entramos en el santuario donde visitamos el mausoleo del santo y vemos el famoso capitel de la Anunciación que se ilumina con los rayos solares del equinoccio. Fotos de recuerdo y a la salida, sello en el albergue donde, el párroco, suele invitar a los peregrinos a la famosa sopa de ajos por la noche. Creo que no la degustaré en esta ocasión.

Son ya las 13.30h así que decido darle un pequeño empujoncito más a mi ruta y voy directamente hasta Atapuerca, donde sólo se ve un cartel a la entrada que deja constancia de las cercanas excavaciones prehistóricas del “Homo”. Pregunto por el Mesón Asador Las Cuevas, que me habían recomendado, y paro a comer. Buen yantar. A los postres y mientras escribo unas notas para este diario, llega el “famoso” biciperegrino que conocí ayer en Sto Domingo y al que reencontré con sus guantes. Le invito a compartir la mesa y me comenta que subió La Pedraja por carretera y por eso llega más tarde. Se llama Luis y es de Madrid. A partir de ese momento continuaremos viaje “casi juntos”.

Tras sellar y breve visita por el pueblo, en donde vemos unas curiosas figuras de forja en el patio de una casa, continuamos ruta ya en grupo –de dos. Alcanzamos el Alto de la Cruz de Atapuerca, desde donde se intuye Burgos a lo lejos. Pasamos cerca de un descampado de un especie de canteras, donde hay una zona mal señalizada y, no sé si nos perdimos de las señales o qué pasó, pero el caso es que tres de las poblaciones que tenía planificado atravesar en ruta – Villalval, Cardeñuela y Orbaneja Riopico- no aparecieron y después de realizar un tramo campo a través y cruzar la vía férrea, nos dirigimos hacia una población, que resultó ser Villafría. Preguntamos en una zona de chaléts adosados y nos indican por dónde recuperar nuestra senda. Visitamos la iglesia de San Esteban protomártir, que estaban limpiando a fondo un “regimiento” de madres que se afanaban en dejarlo todo abrillantado para las celebraciones de 1ª Comunión de sus retoños ese fin de semana. Nos invitaron amablemente a entrar y nos sirvieron de improvisadas guías, dejándonos ver los tesoros artísticos de su interior, entre los cuales figuraba una completísima colección de belenes de todo el mundo, que afanosamente había ido recopilando su cura párroco. Unas fotos y despedida de las amables señoras.

Continuamos ya por las afueras de Burgos entre ruidos de coches, calles que atraviesan un polígono industrial y llegamos al barrio de Gamonal de Burgos, donde paramos para una visita a la iglesia de Sta María la Real y Antigua, no sin antes haber dejado encargada la vigilancia de nuestras “burras” a un matrimonio de jubilados que tomaba el solecito en unos bancos enfrente.

Al concluir esta visita, callejeando ya en Burgos entre zonas ya conocidas por mí, llegamos hasta su impresionante Catedral, joya de un gótico floreciente. Paramos enfrente de su puerta oeste, donde había una joven de “aspecto rumano” pidiendo una limosna: accedimos a darle nuestro donativo a cambio de que nos echara un vistazo a las bicis, mientras visitamos y sellamos en el interior. Ésta se convirtió, mas que en una visita en un breve vistazo, ya que resulta que ahora ya cobran desde la misma entrada, en donde han puesto unos “rodillos” de acceso, similares a los de la entrada al metro. Mercantilismo puro y duro. Me niego en rotundo a este negocio salvaje y dado que, afortunadamente, ya conocía bien de anteriores visitas el templo, salimos y vamos a las escalinatas inferiores donde estampo el sello catedralicio.

Aquí, momentáneamente se van a separar los dos integrantes del grupo bicicletero recién formado, ya que hoy, ambos descansaremos en mullidas camas nuestros huesos. Luis ha quedado con unos familiares y yo, con Ana, buena amiga de mis años en Madrid y que vive y trabaja en esta ciudad. Nos despedimos, quedando en que seguro que mañana, nos volveremos a encontrar.

Esa noche, después de una cena con un grupo de amigos, dormí en una casa de campo propiedad de un familiar de Ana, por mores de unas obras de reforma en su propio piso. Todo fenomenal. Un verdadero “reposo de guerrero”; seguro que mañana será otro buen día.