21/1/07

Cap. VII: “ Ultimando detalles”...

Si hace 8 meses, cuando surgió esta idea como revoloteo de mariposa en mi mente, me dijeran que a estas alturas iba a encontrarme en tal estado de excitación ante la proximidad del inicio de la aventura del Camino, habría casi jurado que no era posible. Sin embargo, a escasos veinte días del previsto inicio de la aventura “biciperegrina”, cuando la mayoría de detalles de preparación van siendo resueltos o están en camino de serlo, mis sensaciones son casi inexplicables. Por una parte, la ansiedad de comenzar con algo que llevo tanto tiempo preparando; por otra, la inseguridad y el miedo a lo desconocido, a los últimos interrogantes y las últimas dudas que surgen y que espero pronto disipar.
De todos modos creo que a estas alturas, como diría Julio César...”alia jacta est”...o algo así, ya que mi latín quedó olvidado hace muchos años. Bueno, que estamos como los hombres de la NASA cuando esperan los últimos momentos antes de lanzar cualquier de esos cacharros que recorren el cosmos...EN LA CUENTA ATRÁS. Pero, aún siguiendo con el símil comparativo, espero no acabar como alguno de esos chismes ...convertido en “chatarra peregrinal”.
Y, justo una semana antes de la salida prevista, me fui a realizar el “último entrenamiento” con el full equipe, ya que decidí que lo mejor era probarme a mi mismo y a la máquina, con todo lo que llevaría, para saber cómo íbamos a responder. Así que ni corto ni perezoso, un sábado del mes de Mayo (...qué Mayo llevamos de agua!) con acompañamiento del astro rey me llevaron hasta Laza, para realizar la etapa Laza-Ourense del tramo sudoeste de la vía de la Plata.
En una soleada, aunque fresca mañana de primeros del mes de Mayo del 2004, con todo el equipaje cargado en nuestro “golfito”, procedimos a realizar el recorrido carreteril desde las tierras Auriensis hasta el pueblo de Laza. Mis acompañantes en esta ruta de acercamiento: Loly -mi mujer- y Luisa, amiga de ambos. Tras casi una hora de entretenida charla llegamos al susodicho pueblo, donde procedimos a descargar todo y, después de dejar constancia fotográfica de nuestra presencia al inicio de la ruta, sello una minicredencial, que había preparado para el evento, en el local de Protección Civil de la localidad y me preparo para el comienzo de la aventura.



Tras efusivas despedidas entre todos, comienzo a pedalear por estrechas callejuelas, ya conocidas por anteriores visitas a la villa, hasta que salgo a la carretera que inicia el recorrido. Con estos primeros esfuerzos físicos, ya comienzo a sentir el gusanillo tanto físico como mental, que me irá acompañando toda la etapa. No sabría explicarlo claramente, pero aquellos que hayan realizado algún tramo del Camino sabrán de qué estoy hablando.
Después de unos cientos de metros recorridos por la carreterilla, que transcurre cerca de un riachuelo, antes de llegar al primer pueblo, me detengo a fotografiar una bonita estampa ribereña.


Al llegar a la población de Soutelo Verde cruzamos un pequeño puente sobre un riachuelo y nos topamos con una bonita capilla, próxima a un lavadero. En una de sus paredes laterales, también encontramos un bonito peto de ánimas con una bella inscripción.





A la salida del pueblo, nos desviamos del asfalto y transitamos por un camino de tierra bastante llano, entre plantaciones de castaños. En una de sus desviaciones, a unos metros, descubrimos a un pequeño zorrillo que debe estar de vuelta de sus cacerías nocturnas, Se para unos segundos y cruzamos miradas. Al poco sale raudo y se pierde entre la espesura de un pinar. Cruzamos una fuente-abrevadero a la izquierda del camino y pronto llegamos a la siguiente población: Tamicelas.
Ahora el camino, entre sus estrechas callejuelas, se empina y pasamos por delante de su Iglesia, en un recodo, tras el cual se sale del pueblo y comienza

una dura ascensión por una empinada senda a través de un cortafuegos de la serranía, entre brezos (“uces” como son conocidas en Galicia), tojos y restos de maleza de plantaciones de pinares quemados en su día. Toda la subida hay que hacerla desmontado de la cabalgadura, a la que debemos empujar sorteando las grandes piedras pizarreras que nos sirven de enlosado.

El esfuerzo queda compensado por las maravillosas vistas panorámicas que se van divisando del valle por donde habíamos salido, y de los montes do Invernadoiro .

Al llegar a la cumbre de este puerto, desde el alto da Alberguería, igualmente podemos disfrutar de unas bonitas vistas de la serra do San Mamede, aún conservando algo de nieve en esta época.



Retomamos la carretera comarcal que nos conducirá en un desvío hasta el pueblo da Alberguería, nombre evocador de lo que suponía este enclave en otras épocas de tránsito de gentes y ganados por estos desolados parajes. Atravieso sus calles entre casas de recuerdo rústico y en una de ellas, un curioso personaje ha montado una especie de bar-refugio para peregrinos y transeúntes. Me llama la atención y paro a sellar. Se trata del Rincón do Peregrino. Charlo un rato con su dueño. Se trata de Luis Sandes, un catalán que después de realizar esta ruta caminado, un buen día decidió establecerse en este lugar.
El interior está lleno de vieiras peregrinas, firmadas por cientos de peregrinos. Me da una para hacer lo propio y la cuelga junto a las demás en la pared. Parece ser que cada año renueva las conchas que van dejando los peregrinos que circulamos por este lugar. Todo el interior del local y en su fachada exterior, están llenos de antiguos utensilios y aperos de labranza, que se usaban por estas tierras en un pasado, no tan lejano, y que me traen recuerdos de mis andanzas infantiles veraniegas por estas tierras.
Agradezco sus informaciones y tras sellar y fotografiar el lugar, continuo la ruta, pasando cerca de una antigua iglesia, conduciéndome ya a la salida del pueblo hacia una zona de antiguos caminos de carros y veredas de ganado, algo húmedos.
Al poco, atravesaré de nuevo la carretera y me desviaré hacia el alto do Talarino, en cuya cima existe clavada una gran cruz de madera sobre un montículo lleno de mojones peregrinos: A Cruz dos Segadores.

Este nombre hace referencia a que por estos parajes atravesaban antiguamente aquellos hombres que se desplazaban andando hacia las tierras castellanas para trabajar como jornaleros en las siegas de los campos castellanos, y desde aquí echaban los últimos vistazos a sus tierras de procedencia, encomendándose a la protección de la Virgen de los Milagros, a cuya advocación se encuentra dedicado el Santuario del mismo nombre que se localiza en la comarca de la Alta Limia, en las tierras del concello de Baños de Molgas y en las proximidades del concello de Maceda, del que procede este autor. De hecho, existe una bonita vista panorámica de esta comarca desde lo alto de este monte.



Y después de haberme permitido la licencia de esta breve reseña nostálgica, en memoria de varios antepasados que transitaron por estos parajes en busca de sus jornales lejos de sus hogares, continuaré con el relato.
Tras un descenso por caminos bastante embarrados y de peligrosa pendiente, damos con un tramo de carretera más suave que nos adentra en la próxima localidad, Vilar de Barrio, a la que llegamos al final de un día de feria, y con intención de sellar en su albergue. Éste se encuentra cerrado, pero me informan que sellan en la gasolinera. Me acerco y efectivamente un muchacho lo hace. Relleno mi bote de agua y me encamino hacia las afueras del pueblo, continuando durante un buen trecho por carreteras comarcales, que acaban enlazando con unas amplias pistas de concentración parcelaria, muy adecuadas para rodar con la bici sin problemas. Al acabarse éstas, comienzan una serie de pequeñas aldeas que se van sucediendo, y que debo atravesar por una serie de “carreiros” que, de nuevo me impiden continuar la marcha pedaleando. Una vez más hay que empujar entre zarzas, retamas y tojos (silveiras, xestales e toxeiras – en galego).

Al ser inicio de primavera la vegetación, aunque agreste, nos deleita con su floración y verdor. Se seguirán sucediendo ahora nuevas minúsculas aldeas camino de la siguiente localidad importante.

Unas rocas en la cima de uno de estos tramos nos servirán de excusa para hacer una parada y deleitarnos con el paisaje y fotografiarlo.
Las vistas de la comarca de Ambia con varias de estas aldeas dispersas en el fondo de un valle nos sorprenderán desde el altozano que hemos “conquistado” con nuestra compañera de pedales, como si de los feudos de un antiguo señor se tratara.

El mediodía se va acercando y con las ganas de llegar a Xunqueira de Ambía para saciar el hambre y un incipiente cansancio, en uno de los tramos más estrechos al pasar por una corredoira, sufro un pequeño percance con la rueda delantera, soltándose el detector del cuenta kilómetros de la bicicleta. Así pues, mientras no me doy cuenta de ello-unos 1200 mts. Estoy sin registro de mi marcha. Al darme cuenta de ello lo vuelvo a enganchar correctamente, y en poco tiempo entro a la citada población, por la zona de su polideportivo, donde tienen habilitado el albergue –por supuesto cerrado.

Transito por la calle principal-carretera comarcal que atraviesa el pueblo y me detengo en el café-bar Saboriño, donde me encuentro como único cliente en un humilde, pero cálido restaurante, con unas camareras de aspecto caribeño.

Doy buena cuenta de una ensalada mixta y un buen plato de lomo con patatas fritas, regadas con cerveza y acompañados de postre y café. Todo bien y barato. Me aseo un poco y sello de nuevo la credencial.

Al finalizar la comida, y como forma de hacer bien la digestión evitando una posible pájara postprandial agudizada por el calor del mediodía, me acerco a visitar el Monasterio e Iglesia de Santa María de Xunqueira.






















Tras esta visita, ya me encamino hacia la salida del pueblo, continuando la ruta señalada, pero antes, a un lado en una curva, me acerco a visitar también la capilla de San Pedro, con una curiosa imagen del santo. Parece ser que es abogado de los dolores de cabeza, de ahí su curiosa representación.

Durante unos kilómetros, ahora ya todo el tramo se hace por carreteras locales y comarcales, atravesando diversas aldeas, en suave descenso. Al pasar por una de ellas –Pereiras- en el concello de Taboadela, paro en el bar-parrillada Camino de la Plata a tomar una tónica refrescante y a sellar. Luego seguimos hacia un polígono industrial en las proximidades, ya de la capital ourensana. Al atravesar éste, tenemos un pequeño tramo de subida, pero pronto enlazamos de nuevo con descenso por carretera hasta un desvío que nos lleva a atravesar la vía férrea para hacer nuestra entrada en las afueras de la ciudad.
Se trata de un pueblo-aldea llamada Seixalbo que tiene un bonito cruceiro. Y un poco más adelante se encuentra una iglesia parroquial, junto a la cual está una especie de casa rectoral con un monumento-placa homenaje a los peregrinos en la parroquia de San Breixo.










Más adelante ya circulamos por las calles de los barrios periféricos de Ourense, coincidiendo con el tráfico de automóviles, llevándonos hacia su centro. No voy a describir aquí los monumentos o lugares de interés de la ciudad, ya que es la de mi propia residencia. Sólo dejé constancia final de llegar a la zona del puente romano, desde donde tomé la última foto de este peculiar recorrido; se trata del vanguardista, y premiado en su día, Puente del Milenio.

Así llegué a casa tras una jornada pedalística de unos 55 Km, que quedó reflejada, no sólo en imágenes gráficas, sino en sensaciones mentales y físicas. También otros datos técnicos fueron recopilados en un personal road-book.
Hasta aquí una breve reseña de recuerdos de la que fue, y sirvió como etapa preparatoria o ensayo general para la realización en las siguientes semanas, del Camino de Santiago por el tramo francés desde Roncesvalles, y continuación hasta más allá del Finisterre galego.

Sudor, esfuerzo, subidas por terrenos intransitables, estrechas veredas entre zarzas y retamas, corredoiras gallegas, asfalto y callejeo ciudadano...de todo hubo, pero llegamos sanos y salvos. Al final de esta etapa, creo que me sentí mejor incluso anímica que físicamente, pero el ensayo había merecido la pena. Ahora, ya sólo queda pasar, en este personal relato de una “prueba personal de vivencia”, al apartado de INICIO DEL CAMINO....aunque eso será otro capítulo de esta fantástica historia.

ORACIÓN DEL PEREGRINO


Oh Dios,
sé para nosotros compañero en la marcha,
guía en las encrucijadas,
aliento en el cansancio,
defensa en los peligros,
albergue en el camino,
sombra en el calor,
luz en la oscuridad,
consuelo en los desalientos
y firmeza en nuestros propósitos,

para que, por tu guía,
lleguemos sanos y salvos

al término del camino y,
enriquecidos de gracias y virtudes,
volvamos ilesos a nuestra casa,
llenos de saludable y perenne alegría.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Apóstol Santiago,
ruega por nosotros.
Santa María,
ruega por nosotros.