26/1/07

Y todo comenzo....

Como el “érase una vez…” de todos los cuentos, esta historia-aventura se gestó, como muchas otras cosas de la vida, con esa llama que se enciende en algún sitio del cuerpo o de la mente o del alma, y que va creciendo para alimentar un fuego cada vez más voraz que te va consumiendo poco a poco por dentro.



















Pues bien, en un encuentro estival con un viejo amigo, que por cierto ya había realizado el camino en dos ocasiones previas, este viaje tuvo su inicio mucho antes de que las primeras pedaladas en el propio camino se llevaran a cabo. A medio camino, en tierras igualmente norteñas y cantábricas de Torrelavega, surgió la idea de recorrer el Camino de Santiago en bicicleta.

Y, poco a poco, lentamente pero con decisión firme y creciente voluntad se pusieron en marcha los diferentes retos a los que nos íbamos a enfrentar. Como los alimentos bien cocinados; con tiempo. Igualmente, y haciendo una breve referencia de deformidad profesional, como un parto: una gestación de nueve meses antes de su “alumbramiento” real.


















Todo escrito que se precie debe tener un prólogo, pero cómo prologar algo que se desconoce, algo que no ha ocurrido y que ni siquiera sabemos si podremos llevarlo a cabo. Lo único que nos invade en estos momentos es la firme voluntad de llevarlo a cabo. Y, ¿por qué esta decisión y empeño?. Los motivos serán diversos; unos profanos (deporte, aventura, reto de superación personal..), otros más intimistas (espirituales, religiosos..); el caso es que todos ellos se entrelazan como hilos de cordel que acabará formando la maroma que tire de nuestra nave para llevarla al atraque final en su puerto: Santiago de Compostela….¿o no? Quién sabe dónde acabará realmente el camino? Algunos dicen que esto sólo será el comienzo del verdadero camino de encontrarse a uno mismo y que seguirá transcurriendo por él hasta el fin de sus días. Ya veremos, o mejor, esperamos poder sentirlo.

Quizás aquí cabría recordar a esas pequeñas “estelas luminosas” que guiaron un buen día a un ermitaño llamado Pelayo a descubrir los presuntos restos del Apóstol Santiago. Pues así van surgiendo nuestras dudas, preguntas…esperando que podamos vencer los obstáculos que aparezcan, que seguro surgirán.

La voluntad en el día de hoy, al comienzo de estas líneas es dejar en entredicho el carácter de los Géminis (signo zodiacal del autor); individuos que, al decir de algunos, son inconstantes en sus proyectos, con muchas ideas, pero inconclusas la mayoría. Esperemos que al final de este relato hayamos podido descalificar esas afirmaciones.

21/1/07

Cap. II: Motivaciones

¿Qué nos impulsó a este viaje? ...”cada loco con su tema” dice el sabio refrán popular; pues bien en esta locura interior se mezclan muchos impulsos, sentimientos, fuerzas...














Caminar, andar, buscar... intentar desvelar los misterios...

¿Buscar el Finis Terrae... en el fin del mundo?...
¿Caminar hacia la Tumba del Sol en el Mar de los Muertos..?
¿Seguir el Camino de las Estrellas que señala la Via Láctea?...
¿Peregrinar a la tumba del Apóstol Santiago?...
¿Piedad religiosa, viaje turístico, cumplimiento de condena?...

Quizá sean todas o acaso no sea ninguna la verdadera causa...
... pero ¡ qué importa...!
la verdad, la auténtica realidad es que...
el CAMINO DE SANTIAGO existe...
... y está ... vivo...


El reto personal de vencer las dificultades de un camino que, como la vida mismo, nos retará a un afán de superación de las mismas; ese proyecto siempre presente en los últimos años, quizás por moda, por deporte, quizás...por esos sentimientos de gratitud y agradecimiento de algo y para alguien, por esos motivos profundos de carácter interior; el dar gracias por uno mismo o por ese familiar querido restablecido; o aquellas peticiones de futuras bendiciones... y en general, por esa “espiritualidad” que te hace sentir a gusto contigo mismo y sin saber muy bien de dónde mana en lo más íntimo y profundo de tu ser, te hace sentirte a gusto y en paz con tu mundo.














En fin, una malgama de sentimientos que se suman hoy para avivar más el fuego interno que llevaba tiempo encendido.


Cap. III: Los Preparativos

Como esa gestación de la que hablaba, nueve meses antes de la partida, nos hayamos en los augurios de lo que esperamos nos lleve a un final satisfactorio de nuestra aventura.

Tras la idea primogénita viene el momento de la información; recopilación de datos de las necesidades que precisamos adquirir, y tras “ardua” investigación “internauta” nos disponemos ya a afrontar el primer paso que nos conduzca a la meta.

En unas horas dispondremos ya del elemento que nos servirá de compañero inseparable en la ruta y que nos obligará más y más a cada paso, para ir descubriendo el camino con sus alegrías y sinsabores, a golpe de pedal. Una bicicleta para la cual, antes de comprarla, ya tenemos nombre: “NEMENUIS”, y que sólo nos quedará bautizarla oportunamente.

Y me permito un breve paréntesis explicativo de su apelativo, el cual proviene de un doble homenaje: por una parte, un cálido recuerdo a un dócil animal, congénere de un “manso Platero”, que en su día siendo aún un joven “relincho” sirvió de regalo de bodas de otro lunático grupo de amantes de la naturaleza y entrañables amigos de Lucus Augusta, y al que se le impuso el nombre de NEMESIO. Y, por otra parte, nuestra “burra” hará un homenaje a ese movimiento del “NUNCA MAIS” surgido en el “Finisterrae” como respuesta colectiva ante la flagrante agresión a todo un pueblo y su vida natural tras un penoso accidente ecológico protagonizado por un vertido petrolífero. Con la intención de que nuestro “peregrinaje” sirva también para extender la idea del conservacionismo, protección y respeto al medio natural y sus gentes, en este y los sucesivos “caminos” por los que nos movamos en la vida.

Así pues, nos encontramos en el auténtico prólogo de nuestra aventura y hoy, al escribir estas letras, la mente nos salta, se regocija, se evade y disfruta... sólo con el maremagnum de locuras y disparates que nos imaginamos ya estar viviendo, incluso antes de que el primer golpe de pedal haya sido dado.

Para ello, y en los días previos nos hemos dedicado a desarrollar en papel nuestro plan básico de necesidades: bicicleta con sus accesorios, vestimenta, botiquín, información gráfica y escrita del camino... para procurar ir dejando lo menos posible a la improvisación, llegado su momento.

Ese listado se irá tachando poco a poco, a medida que los días y las semanas vayan avanzando y como el “ajuar” de la madre embarazada prepara para su bebé en espera de la fecha del parto, nosotros preparamos todo para meterlo en las alforjas el día de la partida.

Cap. IV: “ Nueva y resplandeciente”...

Así aparecía “Nemenuis” el día que la fuimos a recoger, con su “full equipe” ya listo (portabultos, alforjas, cuentakm, frenos de disco...), y para no desentonar con la “burra”, el arriero con sus ropitas nuevas, de color azulado, ajustadas... y esas zapatillas de suela dura, como mandan los cánones bicicrosistas. Pero, lo más de lo más, ese casco... que parecía uno de esos personajes de la guerra de las galaxias a punto de subir a su nave de combate o algo parecido.

Vamos que, ¡ TODA UNA PINTA ¡ pero,... todo sea por la causa.

En fin, que cómo un niño con zapatos nuevos, llenos de gozo e imaginándonos ya hechos unos “toros” encima de la máquina y pedaleando sin descanso por los llanos y las cuestas, a la búsqueda del Finisterrae. ¡ ULTREIA ¡

Al llegar a casa, desembalar todo, leer las instrucciones y dejarlo todo preparado para el comienzo de la aventura que, como un embrión recién gestado, iba a comenzar su desarrollo.

Cap. V: “ El primer contacto”...

Era una tarde calurosa, de las de mediados de un Septiembre que, como todo el resto del verano, se había caracterizado por su bochorno, en la que decidimos salir a “bautizar” la bici con sus primeros km y yo con mis primeras pedaladas tras años de enmohecimiento deportivo.

Y allí, en el portal de casa, con esa pinta de extraterrestre subimos a lomos de Nemenuis y nos dirigimos al paseo fluvial del Miño. Camino de tierra frecuentado por usuarios de la “ruta del colesterol” con multitud de variopintas gentes, que realizamos la poca actividad física que se nos permite en esta ajetreada vida. Posteriormente, la carretera... que transcurre más bien baldía de tráfico, tras la apertura de la autovía. Y, poco a poco, a medida que aprendía los secretos de los cambios y nos ibamos acoplando máquina y conductor, sin casi darnos cuenta habíamos hecho unos treinta Km entre ida y vuelta. ¡ NO ESTÁ MAL, PARA SER EL PRIMER DÍA ¡ Eso pensé, sobre todo cuando veía que no era mucho el cansancio acumulado y que me había sentido a gusto física y moralmente.

Al día siguiente, tras nueva preparación para “pose” bajaba por la escalera del portal de casa, sujetando la bici con la mano izquierda, cuando de pronto.... ZÁS!! ... allá que tras resbalón ridículo me precipito todo el peso corporal sobre el duro suelo, donde doy con mis huesos... mejor dicho, con el hueso que posteriormente, al día siguiente y tras oportuna radiografía, después de una noche de infierno, llegó el diagnóstico: fractura de cabeza de radio derecho.

Pero antes de éste fatídico obligado parón en el relato, por “I.B.T. = Incapacidad Bicicletera Transitoria”, tras levantarme dolorido de mi codo, aparentemente sin repercusión alguna, me fui a realizar otros 40 km de recorrido preparatorio. Me encontraba bien de las piernas y del fuelle, pero el brazo seguía dolorido y a pesar de los antiinflamatorios, al quedarse frío y en las horas nocturnas, de auténtico calvario, ya no podía moverlo bien y me daba cuenta de que algo malo había pasado; tal y como se confirmó a la mañana siguiente en urgencias del hospital.

Así pues, “...mi gozo en un pozo”. Lo que al principio del capítulo expresaba y parecía sólo referirse a los primeros instantes de “compenetración y acoplamiento con la burra”, también valieron, muy a mi pesar, para definir mi primer morrazo, esperando que éste sólo se trate de mi primera anécdota del camino –antes de empezarlo- y que tras una exitosa y completa recuperación funcional del mismo, se quede en eso...la primera prueba del Apóstol.

Tras el “varamiento forzoso” de máquina y hombre, esperamos pronto reanudar esta redacción, aunque la preparación en sí no parará, y si cabe este percance servirá de acicate para seguir....ULTREIA

Cap. VI: “ El reencuentro”...

Al cumplirse justo dos meses del “castañazo y parada”, una desapacible tarde otoñal, y tras una lenta y aún incompleta recuperación, decidí retomar a mi compañera y amiga para reencontrarnos en las andanzas preparatorias de nuestra futura senda hacia el poniente.

Y, la verdad...me encontré mejor de lo que pensaba, a pesar de esos kilitos que había ganado con el descanso forzoso y los lógicos temores iniciales a un nuevo castañazo.

En los sucesivos días, aprovechando los rayos del astro rey que aún quedaban por las tierras norteñas en los últimos días otoñales, las fuerzas de pedaleo moviendo altos desarrollos iban mejorando; las cuestas y altos no se me resistían tanto como yo preveía y cada vez me encontraba más seguro – o ilusionado, mejor – de que la “aventura cicloturista” iba a poder llevarse a cabo sin tanto sufrimiento como mis kilos iniciales podían hacer sospechar a muchos. Aunque, como dice cierta persona...” mis mejores cualidades, están de cintura para abajo” (entiéndase piernas...jajaja).

En los sucesivos meses, cuando el tiempo lo permitía, el resto de obligaciones dejaban tiempo y sacaba ganas (que de todo se debe hacer...) continué con sucesivos “paseos” a lo largo de la cuenca del Ribeiro y por fín, un día me decidí a realizar la subida de 25 Km hasta mi pueblo. Ésta comprendía tres importantes “tachuelas” que para mi, suponían mis “Tourmalet” particulares, hasta esos momentos. El caso es que una buena mañana abrileña me decidí y al dar las 9 de una mañana fresquita, me puse a dar pedales desde casa.

Al principio, desde la misma salida de Ourense, ya se empina el camino en los tres primeros km, para no dejar de hacerlo hasta el km 6. Primer “puerto” del día superado, sin mayores penas y ya empezaba a sudar. Tras una serie de falsos llanos en los siguientes 2,5 km, se inicia la ascensión a la parte más dura de toda la subida: coronar la zona de Santabaya hasta “A Costa do Sol”, en el km 13 de la etapa, e igualmente, a buen ritmo...sin pausa pero sin prisa...prueba superada. Y me encontraba mejor de lo que supuse, así que buen ánimo y fuerzas aún presentes continué mi camino hasta el km 16, la zona de Esgos, donde comenzará el último puertecillo del día: el Alto do Couso. Otros 3 km de sudada pero sin agobios ni mayores percances. Así que tras casi hora y media de pedaleo, conseguía alcanzar un pequeño reto que me había impuesto antes de la partida definitiva hacia la “aventura”. Después del alto, todo hacia abajo y tras 4,5 km, en una hora y treinta y seis minutos según el cuentakilómetros, llegué a mi casa del pueblo de Calvelo, sin que mis familiares dieran crédito a semejante “hazaña” ante la visión de este gordito cuarentón montado en su máquina.

Bien , pues después de esta peripecia de etapa de puertos, el descenso vespertino hacia el regreso al hogar fue de locura. ¡Qué sensación de aireación y velocidad!

Pues este tramo sería repetido en otra ocasión más, con lo que creo que dejé claro que podía superar, con cautela las “tachuelas” que el camino me tuviera reservadas para ser digeridas.

Cap. VII: “ Ultimando detalles”...

Si hace 8 meses, cuando surgió esta idea como revoloteo de mariposa en mi mente, me dijeran que a estas alturas iba a encontrarme en tal estado de excitación ante la proximidad del inicio de la aventura del Camino, habría casi jurado que no era posible. Sin embargo, a escasos veinte días del previsto inicio de la aventura “biciperegrina”, cuando la mayoría de detalles de preparación van siendo resueltos o están en camino de serlo, mis sensaciones son casi inexplicables. Por una parte, la ansiedad de comenzar con algo que llevo tanto tiempo preparando; por otra, la inseguridad y el miedo a lo desconocido, a los últimos interrogantes y las últimas dudas que surgen y que espero pronto disipar.
De todos modos creo que a estas alturas, como diría Julio César...”alia jacta est”...o algo así, ya que mi latín quedó olvidado hace muchos años. Bueno, que estamos como los hombres de la NASA cuando esperan los últimos momentos antes de lanzar cualquier de esos cacharros que recorren el cosmos...EN LA CUENTA ATRÁS. Pero, aún siguiendo con el símil comparativo, espero no acabar como alguno de esos chismes ...convertido en “chatarra peregrinal”.
Y, justo una semana antes de la salida prevista, me fui a realizar el “último entrenamiento” con el full equipe, ya que decidí que lo mejor era probarme a mi mismo y a la máquina, con todo lo que llevaría, para saber cómo íbamos a responder. Así que ni corto ni perezoso, un sábado del mes de Mayo (...qué Mayo llevamos de agua!) con acompañamiento del astro rey me llevaron hasta Laza, para realizar la etapa Laza-Ourense del tramo sudoeste de la vía de la Plata.
En una soleada, aunque fresca mañana de primeros del mes de Mayo del 2004, con todo el equipaje cargado en nuestro “golfito”, procedimos a realizar el recorrido carreteril desde las tierras Auriensis hasta el pueblo de Laza. Mis acompañantes en esta ruta de acercamiento: Loly -mi mujer- y Luisa, amiga de ambos. Tras casi una hora de entretenida charla llegamos al susodicho pueblo, donde procedimos a descargar todo y, después de dejar constancia fotográfica de nuestra presencia al inicio de la ruta, sello una minicredencial, que había preparado para el evento, en el local de Protección Civil de la localidad y me preparo para el comienzo de la aventura.



Tras efusivas despedidas entre todos, comienzo a pedalear por estrechas callejuelas, ya conocidas por anteriores visitas a la villa, hasta que salgo a la carretera que inicia el recorrido. Con estos primeros esfuerzos físicos, ya comienzo a sentir el gusanillo tanto físico como mental, que me irá acompañando toda la etapa. No sabría explicarlo claramente, pero aquellos que hayan realizado algún tramo del Camino sabrán de qué estoy hablando.
Después de unos cientos de metros recorridos por la carreterilla, que transcurre cerca de un riachuelo, antes de llegar al primer pueblo, me detengo a fotografiar una bonita estampa ribereña.


Al llegar a la población de Soutelo Verde cruzamos un pequeño puente sobre un riachuelo y nos topamos con una bonita capilla, próxima a un lavadero. En una de sus paredes laterales, también encontramos un bonito peto de ánimas con una bella inscripción.





A la salida del pueblo, nos desviamos del asfalto y transitamos por un camino de tierra bastante llano, entre plantaciones de castaños. En una de sus desviaciones, a unos metros, descubrimos a un pequeño zorrillo que debe estar de vuelta de sus cacerías nocturnas, Se para unos segundos y cruzamos miradas. Al poco sale raudo y se pierde entre la espesura de un pinar. Cruzamos una fuente-abrevadero a la izquierda del camino y pronto llegamos a la siguiente población: Tamicelas.
Ahora el camino, entre sus estrechas callejuelas, se empina y pasamos por delante de su Iglesia, en un recodo, tras el cual se sale del pueblo y comienza

una dura ascensión por una empinada senda a través de un cortafuegos de la serranía, entre brezos (“uces” como son conocidas en Galicia), tojos y restos de maleza de plantaciones de pinares quemados en su día. Toda la subida hay que hacerla desmontado de la cabalgadura, a la que debemos empujar sorteando las grandes piedras pizarreras que nos sirven de enlosado.

El esfuerzo queda compensado por las maravillosas vistas panorámicas que se van divisando del valle por donde habíamos salido, y de los montes do Invernadoiro .

Al llegar a la cumbre de este puerto, desde el alto da Alberguería, igualmente podemos disfrutar de unas bonitas vistas de la serra do San Mamede, aún conservando algo de nieve en esta época.



Retomamos la carretera comarcal que nos conducirá en un desvío hasta el pueblo da Alberguería, nombre evocador de lo que suponía este enclave en otras épocas de tránsito de gentes y ganados por estos desolados parajes. Atravieso sus calles entre casas de recuerdo rústico y en una de ellas, un curioso personaje ha montado una especie de bar-refugio para peregrinos y transeúntes. Me llama la atención y paro a sellar. Se trata del Rincón do Peregrino. Charlo un rato con su dueño. Se trata de Luis Sandes, un catalán que después de realizar esta ruta caminado, un buen día decidió establecerse en este lugar.
El interior está lleno de vieiras peregrinas, firmadas por cientos de peregrinos. Me da una para hacer lo propio y la cuelga junto a las demás en la pared. Parece ser que cada año renueva las conchas que van dejando los peregrinos que circulamos por este lugar. Todo el interior del local y en su fachada exterior, están llenos de antiguos utensilios y aperos de labranza, que se usaban por estas tierras en un pasado, no tan lejano, y que me traen recuerdos de mis andanzas infantiles veraniegas por estas tierras.
Agradezco sus informaciones y tras sellar y fotografiar el lugar, continuo la ruta, pasando cerca de una antigua iglesia, conduciéndome ya a la salida del pueblo hacia una zona de antiguos caminos de carros y veredas de ganado, algo húmedos.
Al poco, atravesaré de nuevo la carretera y me desviaré hacia el alto do Talarino, en cuya cima existe clavada una gran cruz de madera sobre un montículo lleno de mojones peregrinos: A Cruz dos Segadores.

Este nombre hace referencia a que por estos parajes atravesaban antiguamente aquellos hombres que se desplazaban andando hacia las tierras castellanas para trabajar como jornaleros en las siegas de los campos castellanos, y desde aquí echaban los últimos vistazos a sus tierras de procedencia, encomendándose a la protección de la Virgen de los Milagros, a cuya advocación se encuentra dedicado el Santuario del mismo nombre que se localiza en la comarca de la Alta Limia, en las tierras del concello de Baños de Molgas y en las proximidades del concello de Maceda, del que procede este autor. De hecho, existe una bonita vista panorámica de esta comarca desde lo alto de este monte.



Y después de haberme permitido la licencia de esta breve reseña nostálgica, en memoria de varios antepasados que transitaron por estos parajes en busca de sus jornales lejos de sus hogares, continuaré con el relato.
Tras un descenso por caminos bastante embarrados y de peligrosa pendiente, damos con un tramo de carretera más suave que nos adentra en la próxima localidad, Vilar de Barrio, a la que llegamos al final de un día de feria, y con intención de sellar en su albergue. Éste se encuentra cerrado, pero me informan que sellan en la gasolinera. Me acerco y efectivamente un muchacho lo hace. Relleno mi bote de agua y me encamino hacia las afueras del pueblo, continuando durante un buen trecho por carreteras comarcales, que acaban enlazando con unas amplias pistas de concentración parcelaria, muy adecuadas para rodar con la bici sin problemas. Al acabarse éstas, comienzan una serie de pequeñas aldeas que se van sucediendo, y que debo atravesar por una serie de “carreiros” que, de nuevo me impiden continuar la marcha pedaleando. Una vez más hay que empujar entre zarzas, retamas y tojos (silveiras, xestales e toxeiras – en galego).

Al ser inicio de primavera la vegetación, aunque agreste, nos deleita con su floración y verdor. Se seguirán sucediendo ahora nuevas minúsculas aldeas camino de la siguiente localidad importante.

Unas rocas en la cima de uno de estos tramos nos servirán de excusa para hacer una parada y deleitarnos con el paisaje y fotografiarlo.
Las vistas de la comarca de Ambia con varias de estas aldeas dispersas en el fondo de un valle nos sorprenderán desde el altozano que hemos “conquistado” con nuestra compañera de pedales, como si de los feudos de un antiguo señor se tratara.

El mediodía se va acercando y con las ganas de llegar a Xunqueira de Ambía para saciar el hambre y un incipiente cansancio, en uno de los tramos más estrechos al pasar por una corredoira, sufro un pequeño percance con la rueda delantera, soltándose el detector del cuenta kilómetros de la bicicleta. Así pues, mientras no me doy cuenta de ello-unos 1200 mts. Estoy sin registro de mi marcha. Al darme cuenta de ello lo vuelvo a enganchar correctamente, y en poco tiempo entro a la citada población, por la zona de su polideportivo, donde tienen habilitado el albergue –por supuesto cerrado.

Transito por la calle principal-carretera comarcal que atraviesa el pueblo y me detengo en el café-bar Saboriño, donde me encuentro como único cliente en un humilde, pero cálido restaurante, con unas camareras de aspecto caribeño.

Doy buena cuenta de una ensalada mixta y un buen plato de lomo con patatas fritas, regadas con cerveza y acompañados de postre y café. Todo bien y barato. Me aseo un poco y sello de nuevo la credencial.

Al finalizar la comida, y como forma de hacer bien la digestión evitando una posible pájara postprandial agudizada por el calor del mediodía, me acerco a visitar el Monasterio e Iglesia de Santa María de Xunqueira.






















Tras esta visita, ya me encamino hacia la salida del pueblo, continuando la ruta señalada, pero antes, a un lado en una curva, me acerco a visitar también la capilla de San Pedro, con una curiosa imagen del santo. Parece ser que es abogado de los dolores de cabeza, de ahí su curiosa representación.

Durante unos kilómetros, ahora ya todo el tramo se hace por carreteras locales y comarcales, atravesando diversas aldeas, en suave descenso. Al pasar por una de ellas –Pereiras- en el concello de Taboadela, paro en el bar-parrillada Camino de la Plata a tomar una tónica refrescante y a sellar. Luego seguimos hacia un polígono industrial en las proximidades, ya de la capital ourensana. Al atravesar éste, tenemos un pequeño tramo de subida, pero pronto enlazamos de nuevo con descenso por carretera hasta un desvío que nos lleva a atravesar la vía férrea para hacer nuestra entrada en las afueras de la ciudad.
Se trata de un pueblo-aldea llamada Seixalbo que tiene un bonito cruceiro. Y un poco más adelante se encuentra una iglesia parroquial, junto a la cual está una especie de casa rectoral con un monumento-placa homenaje a los peregrinos en la parroquia de San Breixo.










Más adelante ya circulamos por las calles de los barrios periféricos de Ourense, coincidiendo con el tráfico de automóviles, llevándonos hacia su centro. No voy a describir aquí los monumentos o lugares de interés de la ciudad, ya que es la de mi propia residencia. Sólo dejé constancia final de llegar a la zona del puente romano, desde donde tomé la última foto de este peculiar recorrido; se trata del vanguardista, y premiado en su día, Puente del Milenio.

Así llegué a casa tras una jornada pedalística de unos 55 Km, que quedó reflejada, no sólo en imágenes gráficas, sino en sensaciones mentales y físicas. También otros datos técnicos fueron recopilados en un personal road-book.
Hasta aquí una breve reseña de recuerdos de la que fue, y sirvió como etapa preparatoria o ensayo general para la realización en las siguientes semanas, del Camino de Santiago por el tramo francés desde Roncesvalles, y continuación hasta más allá del Finisterre galego.

Sudor, esfuerzo, subidas por terrenos intransitables, estrechas veredas entre zarzas y retamas, corredoiras gallegas, asfalto y callejeo ciudadano...de todo hubo, pero llegamos sanos y salvos. Al final de esta etapa, creo que me sentí mejor incluso anímica que físicamente, pero el ensayo había merecido la pena. Ahora, ya sólo queda pasar, en este personal relato de una “prueba personal de vivencia”, al apartado de INICIO DEL CAMINO....aunque eso será otro capítulo de esta fantástica historia.

ORACIÓN DEL PEREGRINO


Oh Dios,
sé para nosotros compañero en la marcha,
guía en las encrucijadas,
aliento en el cansancio,
defensa en los peligros,
albergue en el camino,
sombra en el calor,
luz en la oscuridad,
consuelo en los desalientos
y firmeza en nuestros propósitos,

para que, por tu guía,
lleguemos sanos y salvos

al término del camino y,
enriquecidos de gracias y virtudes,
volvamos ilesos a nuestra casa,
llenos de saludable y perenne alegría.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Apóstol Santiago,
ruega por nosotros.
Santa María,
ruega por nosotros.


Cap. VIII: “ Acercándonos a la Salida”...

...3, 2, 1, 0. Y, como en todo buen lanzamiento espacial que se precie, la cuenta atrás llegó al guarismo que marca el inicio de la aventura, en la paradoja de que sea éste el mismo que, habitualmente, empleamos para explicar la nada o el fin de las cosas.
Nuestra llegada al “Cero” fue repartida en dos tramos, por razones de infraestructura, y porque como explicaré, todo sirvió de excusa para un buen fin de semana de unos folklóricos y juerguistas amigos.

Empecemos pues por el –1; día en el que, tras completar nuestra jornada laboral matutina, partimos mi mujer y yo, cargados con todos los bártulos y mi futura compañera de viaje NEMENUIS en el coche, hacia Villafranca donde ya nos esperaban un “voluntarioso” grupo de amigos dispuestos a participar en su “particular” aventura de largo fin de semana (dado el “puente de las Letras Gallegas” de nuestra Comunidad en el futuro lunes) con la excusa de servir de escolta y apoyo hasta el inicio de su aventura a este, en aquel momento, desdichado biciperegrino que deseaba acometer en breve su periplo.

Pues bien, esta jornada partía desde Villafranca del Bierzo, localidad de raigambre en el camino, por donde días más tarde volvería a pasar de vuelta hacia la meta con otro aspecto muy diferente. Siendo horas bien entradas del mediodía, decidimos comer en un restaurante cercano al pueblo, en la antigua N-VI, y de cuyo nombre no quiero acordarme, ya que a esas horas y con el hambre que había entre el personal, UN SOLO CAMARERO, se “afanaba” en servir a toda la clientela, eso sí, a su propio ritmo..........LENTÍIIIIIIIIIIIIIIISIMO. Todos pensamos que no debería de ser esa la mejor forma de recuperar clientela para un viejo bar-restaurante de carretera, que había perdido seguramente gran parte de su prestigio y número de clientes con la apertura de la nueva autovía, desviada del pueblo.

El caso es que tras reponer parcialmente nuestras fuerzas, hicimos el cambio de “equipaje” entre los coches, y a eso de las 4 de la tarde (16.00 h. pal que lo prefiera así), partíamos con Nemenuis en el maletero de una furgoneta comunitaria, un grupo de 6 adultos y una muchachita de 11 años, camino de las tierras castellanas.

Tras unas cuantas horas de kilometraje placentero y sin incidencias llegábamos a Vitoria-Gasteiz a la caída de la tarde, donde pasaríamos esa noche en el Hotel General Álava, tal y como habíamos reservado días atrás.

Tras reglamentario aseo y estiramiento de piernas ( no todas...) paseo nocturno por las cercanías del hotel (bien situado), parada y fonda en diversos “establecimientos” de txiqueteo para degustar los productos de la tierra hasta concluir el periplo en una cálida sidrería, donde “regamos” las viandas con su correspondiente “riojita alavés” . Posteriormente, y ya de retirada pasamos cerca de los emblemáticos monumentos del Palacio de Ajuria-Enea y la Catedral de Sta María, que dadas las horas, dejamos para visita en posterior ocasión.

Ahora, sigamos con el 0 ó Etapa Prólogo . En este fermoso día que nos amaneció resplandeciente, comenzamos dando más tumbos que una peonza para encontrar la salida de Vitoria, y eso que estaba señalado. Al fin puestos en carretera, nos dirigimos hacia la ciudad de los San Fermines –Pamplona-, lugar de una primera escala. Siendo sábado, nos acercamos a las dos zonas universitarias de la ciudad, en cuyos Campus debería estampar mis primeros sellos oficiales en la Acreditación Universitaria Xacobea que, meses atrás había solicitado a la Universidad de Navarra, y que me serviría de documento acreditativo de peregrinaje universitario, gracias a la estampa de los diferentes sellos de las universidades por las que atraviesa el Camino.

Tras ello, callejeamos hacia la zona vieja de la ciudad, aparcando cerca de la famosa plaza de toros de los encierros sanfermineros. Callejeo turístico por callejuelas y plazas emblemáticas (Estafeta, Santo Domingo, Plaza Mayor, El Ayuntamiento...), una cervecita de aperitivo y un magnífico yantar en típica sidrería vasca recomendada por paisano del lugar, con muy buen criterio (Sagardotegui IRUÑAZARRA, C/ Mercaderes).

Tras el comilón, sopor generalizado que combatimos con una media siesta en la terracita del café Iruña en la Plaza Mayor. Al final, cerca de las 17.30 nos encaminamos hacia nuestro destino final: Roncesvalles.

Por carretera se iban sucediendo nombres de pueblos y lugares que tantas veces había leído en mis consultas bibliográficas: Alto del Erro, Espinal, Burguete...y llegamos a Roncesvalles. Zona llena de ilusiones, pensamientos, recuerdos, sensaciones....y multitud de turistas-peregrinos dispuestos a iniciar la senda al día siguiente.

Mi gozo en un pozo.....1º fracaso: resultó que siendo sábado, la famosa misa del peregrino ya había concluido, pues se celebró 2 horas antes de lo que yo creía; a las 18h. y no a las 20h como tenía previsto. La oficina del peregrino igualmente cerrada; así que, tras dejar parte de los bártulos en la Hospedería de Roncesvalles, donde pernoctaríamos, nos encaminamos a otros puntos de interés: El Alto de Ibañeta y visita al cercano inicio francés en S.Jean Pied de Port.

Bastante viento en el alto, día claro, fotos de la zona (capilla del Salvador, monumento a Roldán, vistas panorámicas...) y cumplimiento del ritual xacobeo de “plantar” mi primera cruz del camino, rudimentariamente realizada entrecruzando dos palos atados con un resto de cuerda, para pedir la protección para mi camino.




Después, bajamos hacia Francia por carretera de montaña, con paisaje precioso, visitamos el pueblo de S. Jean “al pie del puerto” y de nuevo regresamos, previa parada técnica para cenar en un hostal-restaurante de Valcarlos, en donde los lugareños “txiqueteaban” mientras atendían a la marcha de la jornada futbolera y nos enteramos de que nuestro “celtiña” seguía haciendo todos los méritos para irse a 2ª división.

Cuando llegamos al hotel, muchos sueños, inquietudes, preguntas y esperanzas se agolpaban y emergían de forma bulliciosa, a la vez que dejaba preparada la ropa y los “abalorios” para el inicio de la aventura al día siguiente.

Noche que, a la vez se hizo corta e interminable; y a la mente, parecían acudir aquellas estrofas musicales de cierta canción....”¿ Qué será, será....?” para contestarme yo mismo....el camino te lo enseñará. Lo iremos viendo y viviendo.

Cap. IX: La Partida e inicio del Camino

Y POR FIN, ETE AQUÍ QUE LLEGÓ EL ANSIADO DÍA...

Amaneció despejado y soleado, incluso caluroso ya a primeras horas, un primaveral 16 de Mayo del xacobeo año 2004 de nuestro señor. Con la impaciencia recorriéndome el cuerpo cual descarga eléctrica, y aprovechando la soledad y sosiego que se respiraba en el lugar al amanecer, me levanté con los primeros rayos de sol y me fui a hacer unas fotos de los lugares emblemáticos, sin gente en los alrededores. Paz, sosiego y ambiente primaveral por todos los lugares. Me voy a la misa de 8,30 que resulta ser más emocionante de lo que creía –muchos sentimientos-; y tras haberla solicitado previamente a un joven oficiante, nos dan la bendición del peregrino a un grupo de asistentes. A la salida, coincido con un grupo de “cincuentenos biciperegrinos” que, -coincidencias del camino- ¡ venían desde Verín (Ourense) e iban con coche de apoyo ¡. Me piden que les haga unas fotos y dejamos constancia de su presencia en la Colegiata de Roncesvalles. (Posteriormente me los encontraría en algún tramo del camino, en las primeras etapas, y recogiendo la Compostelana en Santiago; aunque, por desgracia para uno de ellos, las heridas y cicatrices que llevaba en la cabeza y cuerpo, fruto de una desventurada caída, le habían cambiado bastante el aspecto que tenía cuando yo le retraté en ese paraje). Después me acerco a la oficina del peregrino, donde estampo mi primer sello del camino.

Bajo a desayunar con mi mujer y el resto del grupo, que ya me esperaban en el hostal, y a las 10 h. nos dirigimos hacia la Colegiata y el Museo para visitarlos. Tras esperar en la puerta un rato, una guía nos dice que ese día abrirán más tarde, ya que se celebra una “procesión-fiesta” esa mañana y hasta que no acabe no habrá visitas a los recintos cerrados. Así pues, el 2º fracaso organizativo: me quedo sin visitar la tumba del “chicarrón navarro” Sancho el Fuerte y otras maravillas del lugar (...será que el santo quiere que me quede algo para visitar en una posterior ocasión); y siendo ya tarde (10,22 h), me despido convenientemente de mi mujer y los amigos que me habían acompañado hasta este lugar y momento, deseándome todos un venturoso camino tras hacernos unas pertinentes fotos de recuerdo para dejar constancia del momento y.....comienzo a dar mis primeras pedaladas encaminándome hacia el inicio de la senda.

Cap. X: Crónica de un Camino

“...contado con la objetividad relativa del tiempo pasado y rememorado”

Día 1: 16/05/04 RONCESVALLES – PUENTE LA REINA

Nada más salir de la plazuela de Roncesvalles, se enfila un camino y cerca, el primer cruceiro del camino. Es un bonito monumento del s.XIV, en donde me detengo brevemente para pedir la protección deseada para mi ruta y hago una foto. Los primeros pasos transcurren por bonitas y cómodas sendas que me conducen por los primeros pueblos: Burguete y Espinal. Voy haciendo las primeras fotos paisajístico-monumentales y me encamino hacia la primera tachuela del camino: el Alto de Mezquiriz. En la bajada del mismo, al intentar cruzar con la bicicleta por un pequeño regatillo que atravesaba el camino y que estaba enlosado por unas grandes piedras lisas en su gran fondo de profundidad – 3 ó 4 dedos - ¡¡ ZAS ¡! Terreno muy resbaladizo por musgo en las piedras y primera caída con remojón de todo: bici, peregrino, mochila.... Me levanto, más herido en mi orgullo que en otra cosa y unos peregrinos con acento francés que me había cruzado previamente, me preguntan si me ocurrió algo para intentar socorrerme. Respondo que estoy bien y les doy las gracias. Unos 50 m. más adelante y en un banco, como los de los parques, estratégicamente colocado me descalzo y pongo a secar los calcetines, mientras me seco un poco y reviso si hubo desperfectos. Por suerte, todo bien, salvo la pequeña guía del camino que llevo que está completamente empapada.

Esperando que este sea el único percance que me reserve el día continuo hacia el Alto del Erro a través de unos tramos embarrados y estrechos de empuje bicicletero. Subiendo me cruzo con una pareja de biciperegrinos de Madrid: Cristina y Javier, que están ¡¡ EN VIAJE DE NOVIOS ¡! Curiosa forma de pasar su luna de miel. Paramos un ratito antes de coronar el puerto, para reponer algo de líquido tras la sudorosa subida. Emprendemos de nuevo la marcha continuando juntos por momentos, pero viendo que parecen más lanzados que yo –quizás por mi experiencia anterior- les digo que sigan a su ritmo que ya nos veremos. La bajada del Erro, tremenda. Pedruscos por doquier y corredoiras de jabalíes o parecidas. Pienso que debemos estar algo locos para pasar en bici por esos lugares. El caso es que con tanta piedra, ni al subir ni al bajar me di cuenta dónde quedaban los famosos Pasos de Roldán.

Llegamos juntos hasta Zubiri, donde ellos paran a comer y yo, después de sellar, decido continuar dado la hora que es. Llego hasta Larrasoaña, donde me sella un personaje típico del Camino: el alcalde y hospitalero Santiago Zubiri, aunque se encuentra algo nervioso y malhumorado por la hora que es. Decido no preguntarle nada más y seguir. (momentos malos los tenemos todos!). Voy atravesando poblaciones y recorro sendas muy estrechas y cerradas por abundante vegetación –carreiros, como los denominamos en Galicia-. En uno de esos tramos, por esquivar demasiado unas zarzas, me voy de nuevo al suelo, cayendo con bici incluída hacia el lateral de un pequeño barranco hacia unas fincas. 2ª caída y aún no acabamos el primer día. ¡ Pues si que me estoy luciendo !, pienso para mis adentros; menos mal que la caída es sobre una zona de pastizal y salvo unos pequeños arañazos en las piernas, ningún problema. Me vuelvo a encomendar al Santo según la oración del peregrino, esperando que siga protegiéndome, y sigo camino de Pamplona.

Es tarde ya y aún no he comido, así que, con más hambre que el perro de un ciego, al llegar a la ermita de Trinidad de Arré, hago una breve visita y le pregunto, al cura que me sella la credencial, por un sitio para comer. Me indica que me dirija hacia Villaba - tierra natal del supercampeón Indurain - y que pare en el Bar de la Unión Alavesa. Son las 16,10 h y con la sed y hambre que llevo, me pongo las botas: ensalada mixta, lomo con patatas fritas, flan, 2 jarras de cerveza y café. Mientras como en un típico bar de pueblo, un grupo de amigos-as se divierten cantando numerosas canciones; unos con más afán que atino, pero me amenizan la comida. Por estos lares creo que son muy típicas las corales y reuniones “cantarinas” de un grupo de amigos.....siempre cerca de la barra de un bar, Claro!

Después de “matar a quien me mataba”, pago la cuenta (11 €), me sellan y continuo hacia Pamplona, donde llego cerca de las 17h. Entro por una zona de parque bonito, cerca del Puente de la Magdalena y las antiguas murallas. Varias fotos y me acerco hasta el refugio de Pamplona –abarrotado- para sellar una vez más. Me encuentro con una de las bicicletas más curiosas que he visto en mi vida. ¡el ciclista va tumbado! Pertenece a un brasileño de color, al que volveré a ver al día siguiente en Puente La Reina. Él va por carreteras. ¡ no me extraña ¡ Callejeo por los lugares emblemáticos de la ciudad vieja y me encamino hacia la última “tachuela del día”. Llego a Zizur Menor y en el albergue privado de Maribel Roncal –muy bonito, por cierto- me sellan y me recomiendan que no vaya por el camino con la bici y que coja el tramo de la carretera. Tal y como estoy decidido a realizar “mi camino” no hago caso y me dirijo hacia los aerogeneradores que se ven en la lontananza.

Después de una larga y penosa subida empujando la bici llego al monumento a los peregrinos que hay en el Alto del Perdón. Fotos de rigor, viento y fresquillo.

Sigo por el descenso. Si la bajada del Erro era de locura, ésta tiene “zonas fuera de categoría”. Aquí parece que uno baja entre todos los fragmentos rocosos de todas las canteras del país, y que algún gigantón depositó a lo largo de la senda para que los peregrinos rediman sus culpas.

Como me imaginaba, veo que se me echa la hora encima y sólo paro en el albergue de Uterga a sellar y llego a Muruzabal, donde me desvío unos 2 Km para ir hasta la Iglesia de Sta Mª de Eunate, en el camino aragonés. Merece la pena. Al atardecer y casi sin gente, se respiraba un cierto aire místico. Fotos del lugar, sello credencial y me doy cuenta de que he perdido uno de los pins que me acompañaban: el de Nunca Mais. En fin, si alguien lo encuentra que siga los principios conservacionistas ecológicos que pretendía.

Son ya las 20,15h. Salgo pitando hacia Obanos, que atravieso, y llego a uno de los hitos del camino: Puente la Reina, donde se juntan los caminos francés y aragonés. En el hostal Jakue que se encuentra ahí mismo, también tienen una zona de albergue para peregrinos en su sótano. Estoy hecho polvo, así que descargo los bártulos y me doy una ducha reparadora. Unas “cabinas” con 4-6 literas, separadas por unos biombos constituyen la estancia donde reposarán mis huesos la primera noche del camino.

Subo a cenar algo y me dicen que no quedan bocadillos y que a esa hora –21,30h.- no me pueden preparar uno, pero si que puedo pasar al restaurante y cenar. ¡¡¡ VALE ¡!! Cosas incomprensibles de algunos establecimientos. No estoy para discusiones. Solo en el restaurante, acabo mi opípara comida, veo algo de la tele –está jugando el Madrid....y pierde-, y me voy temprano a la cama. Me encuentro cansado, pero satisfecho y casi sin darme cuenta, entre pensamientos-recordatorios del día, me quedo dormido.

Día 2: 17/05/04 PUENTE LA REINA - VIANA

Me levanto temprano con ánimo de emprender la marcha antes que el día de ayer y me voy a desayunar –incluido en el precio del albergue-. Después de preparar todo y justo cuando voy a iniciar la marcha, me doy cuenta de que la rueda delantera ha sufrido el primer pinchazo del viaje. No me encuentro con ánimos de ponerme a repararlo, así que al estar dentro del pueblo hago un poco de callejeo empujando la bici. Paso a visitar la Iglesia de Santiago “Beltza” y el “crucifijo en Y”. Unas cuantas fotos y me encamino hacia el albergue de peregrinos para buscar un nuevo sello en el refugio de los PP. Reparadores, que está vacío ya a esas horas y sólo me encuentro a una señora haciendo la limpieza. Dejo constancia de mi paso y me acerco a una gasolinera, donde me indican que allí no, pero que en un taller enfrente me repararán el pinchazo. El taller de motos-bicis, cuyo dueño también ejercía de taxista en el pueblo, no abre hasta las 9.00h así que me toca esperar unos 45 min, que aprovecho para sentarme a leer la guía y tomar unas notas en un banco situado justo enfrente del taller. Con el sol de la mañana que ya se hace notar, también “extiendo” a secar la guía. Mientras me encuentro como sapo al sol veo pasar en su “famosa cabalgadura” al biciperegrino brasileño de Pamplona, completamente estirado en su ..... “bicicleta ¿???” .

Al poco tiempo, aparece el taxista que arregla con rapidez y maestría mi pinchazo, y después de una breve charla me encamino hacia la salida del pueblo, por su famoso puente medieval. Mientras paro a hacerle una foto, pasean tres italianos, que -lo serían- pero mucha pinta de peregrinos no llevaban: debían ser de los que posteriormente llamaría “pilgrims light”, y me piden que les retrate en el puente, cosa que hago y parto de nuevo.

El calor comienza a apretar y encima, los tramos que vendrían desde aquí hasta Estella serían de AUPA! –y nunca mejor dicho-. Gracias a las obras de una futura autovía, hicieron desviar los trazados del camino, conduciéndonos a todos por monte raso y en auténtica vertical pura y dura; tanto es así que, literalmente, en algunas zonas primero tuve que subir yo y después tirar hacia arriba de la bicicleta como pude. El progreso siempre está bien...mientras respete y cuide el pasado, máxime si es un pasado con tanta historia como este. Bueno, dejémonos de filosofar y continuemos el relato.

Pasamos por Cirauqui, sellando una vez más, y salimos por sus restos de antigua calzada romana para acercamos a Villatuerta, donde sello en su albergue –cerrado- y paro al lado, en un bar donde coincidimos un montón de peregrinos, la mayoría de ellos extranjeros y a pie. Como pueden y con sus peculiares acentos germánico o anglo-hispano se hacen entender con la mesonera –por cierto, un rato buena, pero con cara de malhumor (supongo que harta de estar en ese trabajo)- para pedirle los bocatas de jamón o tortilla con sus correspondientes jarras de cerveza. Hago lo propio, dando cuenta de uno de jamón y pido a la “tiarrona” si me llena el bidón de agua con zumo de 1 limón, para preparar mi particular bebida isotónica (vulgar limonada alcalina, con una pizca de sal y bicarbonato).

Reanudo la marcha, y a la salida del pueblo veo una bonita iglesia que paro a visitar: la de Sta María de la Asunción, con monumento a su entrada a San Venerando, protector que fue del camino. Fotos y sello de rigor.

La siguiente parada nos lleva ya a Estella, una de las joyas artísticas del camino, por su riqueza. Nada más entrar en el pueblo, la iglesia del Santo Sepulcro, con su magnífica portada románica. Después en el centro, la iglesia de San Pedro de la Rúa, donde juraban su mandato los reyes navarros y cerca su Palacio. El caso es que a esas horas del mediodía todo está cerrado y hay que conformarse con la “visita exterior”.

El “tramo de cabras” de las obras por donde subí, me ha debido pasar factura física así que, dado la hora que es y para recuperar fuerzas, sello mi credencial y a las afueras del pueblo me acerco a un bar donde, se encuentran comiendo muchos trabajadores. Muy amablemente me dejan guardar la bici y mis cosas en un local mientras como. Gracias por el detalle a los del Bar Volante.

Termino a eso de las 14.30h y continuo hasta Ayegui y su Monasterio de Irache. Cerca se encuentra la famosa fuente del vino -con cámara web y todo!- de las bodegas riojanas de Irache. Un pequeño trago de vino tinto y zumbando. Un poco después, no sé si por la modorra del vino o por el sopor postprandial, con un sol de Quijote, no puedo más y decido tumbarme un rato a la sombra, cerca de la cuneta de un encinar. Me quedo “traspuesto” unos 35 min. hasta que me despierta el paso firme y acompasado y la charla de dos cincuentonas paseantas haciendo su particular “jogging”. Nos cruzamos miradas y seguro que coincidimos en el epíteto que pensábamos unos de los otros (¡ Qué coño hará-n este-as a estas horas por aquí !). La verdad es que con un sol primaveral de justicia y con mala gana, me voy despertando y decido continuar la marcha entre caminos y sendas bonitas que transcurren entre campos de encinas y viñedos.

El trayecto se me va haciendo más largo de lo que tenía previsto en mi “road book” y a las 16,15h paso por un pueblo, medio desértico, que se llama Luquín y que está alejado de mi ruta prevista. Creo que me he perdido, aunque yo he ido siguiendo todas las flechas amarillas que iban apareciendo. Entro en un bar a preguntar y tomar una cervecita. El mesonero, un “emigrado” con acento argentino me explica que no me he perdido, que ese es el auténtico y verdadero camino original, pero que las guías desvían el camino por el tramo de Villamayor de Monjardín. El caso es que me quedaré sin ver la famosa fuente de los moros que había en esa zona. Será para otra ocasión. Me sella la credencial y continuo ruta.

Paso por Los Arcos –nuevo sello- y voy hasta Torres del Río. Hago unas fotos de la famosa iglesia del Santo Sepulcro y mientras estoy allí en la plaza, un paisano me comenta que si quiero visitarla por dentro llame a la señora de una casa vecina. Dado que en el día de hoy pocas “visitas interiores” he podido hacer, decido hacerle caso. Una amable señora acaba de llegar de su paseo con otra convecina y me abre la iglesia enseñándome el interior, más bien austero de la iglesia y su cristo. Después me comenta que, no se cobra nada por la visita pero que si quiero dejar un donativo.... ¿? Original forma de pago, pero accedo y dejo el euro correspondiente.

Sigo recorriendo campos entre “futura cosecha 2004 riojana” y después de alguna cuestecilla, me cruzo con una joven peregrina a pie, a la que saludo con el correspondiente “buen camino” que dirijo a cuanto peregrino me cruzo. Posteriormente me la volvería a encontrar.

Llego a Viana a las 19,30h. Paso por delante de la iglesia renacentista de Santa María -creo que monumento nacional- y visito su espectacular interior. Fotos de rigor. Aún me quedan unos 10 Km para llegar al final previsto de Logroño y voy un poco justo de fuerzas, así que decido quedarme en el albergue privado de Andrés Muñoz. Está en un aledaño a las ruinas de la iglesia de San Pedro, un bonito enclave con un patio trasero que da a una balconada con magníficas vistas del valle del Ebro, donde se asienta Logroño al fondo. Allí, después de la correspondiente ducha y “hacer la colada”, extiendo la ropa a secar en unos tendederos comunitarios para los peregrinos. Salgo a callejear y a buscar un lugar para cenar. Me acerco al Bar Pitu, famoso entre los peregrinos, que está ya abarrotado y me ubico en un hueco al lado de una alargada mesa de peregrinos extranjeros –de aspecto germánico- que se interesan mucho por mi “camiseta Ultreia”. Con mi extenso dominio del inglés le explico que es un diseño propio que me hicieron por encargo recogiendo varios emblemas y detalles que hacen referencia al Camino de Santiago. Estando en estas, viene un camarero y me indica que deje ese sitio y que me vaya a una solitaria mesita individual que hay un poco más adelante. Yo no comprendo el motivo, pero el caso es que a los germanos no les sienta muy bien que yo me vaya de su lado. Supongo que para que siguiera de charla con ellos.

Tras una suculenta cena y después de despedirme de los germánicos a la salida del local, me encamino hacia el albergue. Cerca de su entrada me encuentro con un joven cetrero que venía de sacar a una de sus aves amaestradas – un búho canadiense, según me explicó – a hacer sus ejercicios de “estiramiento” diario. Un ratito de charla y explicaciones y le pido si me deja hacerle una foto de recuerdo, a lo que accede sin problemas. Búho inmortalizado en mi futuro álbum de recuerdo del Camino. Aún me queda un rato hasta las 22,00h en que cierran las puertas del albergue, así que me acerco al patio trasero con buenas vistas y allí me reencuentro con la alegre y simpática peregrina que me crucé antes de Viana. Se llama Sally y es de Londres. Habla un perfecto castellano y charlamos un rato junto con otras dos extranjeras que estaban cenando allí, con unos improvisados bocatas con latas de conservas. Al acercarse la hora, llega un guarda de seguridad que cierra el recinto de las ruinas y el patio, recogemos la colada y a la cuna, que mañana será otro duro día.

Día 3: 18/05/04 VIANA – SAN MILLÁN DE LA COGOLLA – SANTO DOMINGO DE LA CALZADA

Tras una reparadora noche en mi litera de 3º piso me desperté a las 6,00h con las incesantes idas y venidas de los peregrinos de a pie que ya llevaban un buen rato empaquetando sus mochilas y recogiéndolo todo para partir. Así que después del aseo y empaquetado de mis enseres en la mochila bicicletera, bajo a cargarlo todo en mi montura, cuando me percato que al casco -que dejé ayer sujeto a la rueda de la bici- le han sustraído la visera de protección que llevaba; o como decían en la mili, donde no se robaba nada, sino “que había cambiado de sitio”, y yo no lo encontré. En este, como en todos los caminos de la vida, hay de todo, y no te puedes fiar de nada ni de nadie. Según el dicho de mi tierra: “hai moito cabrón con cara de coello”. El caso es que con algo de espíritu peregrino, después de este primer pensamiento, vino a mi mente que a quien lo hubiera hecho, ¡ que le aproveche, seguro que la iba a necesitar más que yo!. Aprovecho para desayunar, con nueva parada en el Bar Pitu.

Me encamino a esas primeras horas mañaneras con algo de fresquillo hacia Logroño, pasando por la ermita de la Virgen de las Cuevas –cerrada, claro- y en una bajada, justo antes de entrar en la ciudad, hay un pequeño garito famoso en el camino: el puestecillo de la Sra Felisa, donde ésta ya fallecida, además de sellar, ofrecía higos, agua y amor a todos los peregrinos que pasaban, tal y como refleja el sello que me estampan en la credencial. Lo hace hoy su hija, que se emociona un poco cuando le recuerdo a su madre y le doy el pésame, devolviéndome las gracias. ¡ Ultreia el Suseia para Felisa, allá donde se encuentre !

Sigo camino y cruzo el puente sobre el Ebro, a la entrada de la ciudad. Aquí justo hago un pequeño desvío del camino, callejeando hasta el Campus Universitario de Logroño donde me sellarán en la 2ª Universidad Xacobea por la que paso, en mi Acreditación Universitaria Xacobea, que completaré a lo largo del camino, y que es diferente a la propia Credencial del peregrino, tal y como ya expliqué en anteriores capítulos.

De vuelta al camino, paso por la iglesia de “Santiago matamoros y la puerta medieval del peregrino o del Revellín en las antiguas murallas y me dirijo hacia el parque de la Grajera, pulmón del entorno de la ciudad riojana. En este mismo día sé que pasan por aquí un grupo de canarios que ¡están haciendo el camino en camello!, pero no coincido con ellos (días más tarde me enteraré que alguno de mis colegas sí pudo coincidir y fotografiarlos).

Ya en ruta paso por Navarrete, donde sello nuevamente, y cerca del Alto de San Antón, atravieso un tramo de camino lleno de “mojones peregrinos”: se trata de unos montoncitos de piedras acumuladas unas encima de otras, colocadas por múltiples peregrinos que transitamos. Sigo la tradición y coloco mi piedra, colaborando a engrandecer uno de ellos. Fotos de recuerdo y directo hacia otra joya del Camino: Nájera.

Su Monasterio gótico de Sta María la Real, bien merece una parada y visita, tal y como pude realizar. Su claustro, sepulcros de “gentes principales” de la Edad Media y demás joyas artísticas son dignas de cualquier catedral. El único inconveniente es que había zonas cerradas por obras de restauración.

Continuo hacia Azofra, donde me sellan en la parroquia de Ntra Sra de los Ángeles. Amable hospitalera que me ofrece su agua para calmar la sed. Y voy a tomar un desvío del Camino para dirigirme a visitar otra joya cultural hispánica que me apetece conocer: los Monasterios de Yuso y Suso de San Millán de la Cogolla, en cuyos “scriptorium” hace ya bastantes siglos, un monje escribió unas famosas notas adjuntas a textos latinos, que constituyen las históricas primeras reseñas de la lengua castellana: las famosas Glosas Emilianenses.

Paso por Alesanco y llego a Cañas. Mediodía, mucho calor. Paro a comer en el hostal-restaurante La Casona de Cañas donde no me dejan entrar la bici, así que se queda fuera, en la acera de enfrente que es donde hay más sombra. Aprovecho para cargar la batería de la cámara de fotos mientras me sirven la comida. (eso si me lo dejaron hacer). Al finalizar, me estampan su sello y hago unas fotos del cercano Monasterio de Santa María y ya me dirijo hacia las tierras de Gonzalo de Berceo, que así se llamaba el famoso monje artífice del nacimiento lingüístico.

De nuevo, mucho sol y calor. Llanuras largas y descenso, pero la bici “no anda” o eso me parece a mi. Será el calor sofocante, el sopor tras la comida, el viento de cara o que ya no tengo fuelle?. Me vienen a la mente ahora las etapas del tour de Francia en donde algún que otro corredor pasa su día de calvario. Hoy debe ser el mío. Al llegar a Berceo paro en su fuente, donde me doy un buen remojón en la cabeza y calmo la sed. Me molesta un pie y me descalzo para remojarlos también. Una incipiente ampolla en el pie izdo (...y eso que no voy a pie!) por un mal calcetín, que ya he condenado a ser quemado en el Finisterre...si llego. Algo sofocado llego a San Millán de la Cogolla y me acerco hasta una oficina de turismo, donde al verme llegar con estas pintas deducen que soy un peregrino (¿por qué será?) y me informan que si estoy interesado en la visita conjunta de ambos monasterios –el de abajo o Yuso, y el de arriba o Suso- que acelere el paso porque está justo a punto de comenzar un grupo y que hasta casi hora y media después no empieza el siguiente. Así que salgo pitando hacia la puerta de entrada al claustro, en donde una joven guía ya comenzó las explicaciones al reducido grupo que dirige. Visitas a zonas histórico-culturales de gran valor y al concluir ahí, subo a recoger un pequeño billete del microbús que nos acercará por una carreterucha cerrada al tráfico convencional hasta el monasterio de Suso. Además, resulta que por tratarse de año xacobeo me regalan, como detalle de la Comunidad Riojana a los peregrinos que se desvían de su ruta para visitar este lugar, una pequeña reproducción del Códice manuscrito origen de nuestra lengua vernácula. Gracias por el detalle; pequeñas cosas así favorecen y estimulan el espíritu del viajero. Igualmente, sello de costumbre en la credencial.

Al llegar arriba, una pequeña iglesia, con cuevas eremíticas originales y las famosas lápidas de los 7 infantes de Lara. El guía de aquí, más seco que una pasa, pone dificultades a sacar una inofensiva foto del lugar de las lápidas. No creo que una foto en esas condiciones haga ningún mal; pero eso sí, no deja de soltarnos el rollo comercial de que podemos adquirir recuerdos. Pues así no! Bueno dejemos ese asunto y hasta la próxima.

Tras visitar el Monasterio de Yuso y Suso, se comienzan a escuchar truenos en la cercana sierra de La Demanda y el cielo parece ennegrecerse por la lontananza. Dado el esfuerzo que tuve que hacer para llegar hasta aquí al mediodía y que ahora el regreso es casi todo en cuesta hacia arriba, surge la tentación de abandonar por unos kilómetros la ruta pedaleando y pregunto si alguno de los autobuses de turistas que hay en la explanada podría acercarme a mí y a mi montura hasta Santo Domingo de la Calzada. Mala suerte o redención de pecados contra mi tentación, el caso es que ninguno de los autobuses van en esa dirección; así que no queda más remedio que intentarlo de nuevo. Me pongo a pedalear lentamente pero con mejor ritmo, y tras atravesar en la vuelta por Villar de Torre y Cirueña, me hago todo el tramo que me falta hasta reencontrarme con el Camino en Santo Domingo de la Calzada, cerca de las 19,15h. ¡ Feliz por haberlo logrado y mejor de lo que pensaba! . Debió ser “el milagro de San Millán para conmigo”.

Paso por el primer albergue: el del Monasterio de Ntra Sra de la Anunciación y me dicen que está completo: sello y sigo. El siguiente que me encuentro, ya cerca de la Catedral es el de la Cofradía del Santo y pregunto a la hospitalera que lo atiende (Pilar) si tiene plaza: me lo confirma y me acompaña a mis aposentos -una colchoneta en el suelo de una especie de polideportivo abarrotado, en donde hay ya unos 200 peregrinos más- tras la descarga de los bártulos y dejar aparcada a mi Nemenuis.

Tras la reconfortante ducha y colada obligatoria, me voy a visitar la Catedral en donde acaba una misa del peregrino y nos invitan a quedarnos a escuchar las explicaciones histórico-culturales de la Catedral. El cura que nos da la charla, se enrolla más de la cuenta y a mi se me hace tarde para ir a cenar y llamar por teléfono para “dar novedades en casa”.

Allí coincido con un biciperegrino con el que, ahora mismo aún no lo sé pero, llegaré a compartir muchos tramos más.

Volviendo al relato:... aprovechando un descuido del cura en su charla, silenciosamente me levanto del asiento y salgo por un lateral, sin ver demasiado detenidamente nada del gallo ni la gallina que se ubican en el interior del recinto sagrado. Voy raudo hacia un restaurante con menú del peregrino, donde ya están finalizando algunos comensales y yo me siento a dar cuenta de la cena insistiéndoles si pueden darse algo de prisa por los motivos de que me pueden cerrar el albergue. Estando yo ya con el segundo plato aún llega a cenar el biciperegrino de la catedral. Pienso que hoy duerme al raso. Corta llamada a casa y como una flecha hacia la portada del albergue, que ya estaba cerrada a las 21.59.48h. según mi reloj. ¡Eso es puntualidad! Menos mal que llamamos y nos abren. Me voy a la colchoneta después del aseo y, mientras se oyen pasos, risas por barrios e inicio de ronquidos....., mientras algunos mandan callar a otros sonoramente, procuro realizar unos momentos de reflexión de estos últimos días y aventuras pasadas, haciendo tiempo para quedarme dormido:

.......”Y al tercer día resucitó”

Y como Jesús, yo casi resucité. Tras casi tres días de jornadas biciperegrinas, en el de hoy me he ido recuperando algo tras los dos anteriores, verdaderos rompepiernas, rompecuerpos, rompebicis y......rompetodo. Atrás han quedado interminables cuestas, con sus pedruscos enormes, sus caminos de cabras, las zonas embarradas, las estrechas sendas, las caídas y remojones ...y con todo, mucho sudor, pedaladas y sobre todo, sube y baja de “mi montura”. Posteriormente, y sin apenas haber recorrido ¼ de lo programado, bautizaré a éste como “mi camino y medio” ya que un camino lo hice en bici, pero, medio más, lo hice a pie empujando a Nemenuis. Igualmente van quedando ya momentos para el recuerdo....