Me levanto temprano con ánimo de emprender la marcha antes que el día de ayer y me voy a desayunar –incluido en el precio del albergue-. Después de preparar todo y justo cuando voy a iniciar la marcha, me doy cuenta de que la rueda delantera ha sufrido el primer pinchazo del viaje. No me encuentro con ánimos de ponerme a repararlo, así que al estar dentro del pueblo hago un poco de callejeo empujando la bici. Paso a visitar
Al poco tiempo, aparece el taxista que arregla con rapidez y maestría mi pinchazo, y después de una breve charla me encamino hacia la salida del pueblo, por su famoso puente medieval. Mientras paro a hacerle una foto, pasean tres italianos, que -lo serían- pero mucha pinta de peregrinos no llevaban: debían ser de los que posteriormente llamaría “pilgrims light”, y me piden que les retrate en el puente, cosa que hago y parto de nuevo.
El calor comienza a apretar y encima, los tramos que vendrían desde aquí hasta Estella serían de AUPA! –y nunca mejor dicho-. Gracias a las obras de una futura autovía, hicieron desviar los trazados del camino, conduciéndonos a todos por monte raso y en auténtica vertical pura y dura; tanto es así que, literalmente, en algunas zonas primero tuve que subir yo y después tirar hacia arriba de la bicicleta como pude. El progreso siempre está bien...mientras respete y cuide el pasado, máxime si es un pasado con tanta historia como este. Bueno, dejémonos de filosofar y continuemos el relato.
Pasamos por Cirauqui, sellando una vez más, y salimos por sus restos de antigua calzada romana para acercamos a Villatuerta, donde sello en su albergue –cerrado- y paro al lado, en un bar donde coincidimos un montón de peregrinos, la mayoría de ellos extranjeros y a pie. Como pueden y con sus peculiares acentos germánico o anglo-hispano se hacen entender con la mesonera –por cierto, un rato buena, pero con cara de malhumor (supongo que harta de estar en ese trabajo)- para pedirle los bocatas de jamón o tortilla con sus correspondientes jarras de cerveza. Hago lo propio, dando cuenta de uno de jamón y pido a la “tiarrona” si me llena el bidón de agua con zumo de 1 limón, para preparar mi particular bebida isotónica (vulgar limonada alcalina, con una pizca de sal y bicarbonato).
Reanudo la marcha, y a la salida del pueblo veo una bonita iglesia que paro a visitar: la de Sta María de
La siguiente parada nos lleva ya a Estella, una de las joyas artísticas del camino, por su riqueza. Nada más entrar en el pueblo, la iglesia del Santo Sepulcro, con su magnífica portada románica. Después en el centro, la iglesia de San Pedro de
El “tramo de cabras” de las obras por donde subí, me ha debido pasar factura física así que, dado la hora que es y para recuperar fuerzas, sello mi credencial y a las afueras del pueblo me acerco a un bar donde, se encuentran comiendo muchos trabajadores. Muy amablemente me dejan guardar la bici y mis cosas en un local mientras como. Gracias por el detalle a los del Bar Volante.
Termino a eso de las 14.30h y continuo hasta Ayegui y su Monasterio de Irache. Cerca se encuentra la famosa fuente del vino -con cámara web y todo!- de las bodegas riojanas de Irache. Un pequeño trago de vino tinto y zumbando. Un poco después, no sé si por la modorra del vino o por el sopor postprandial, con un sol de Quijote, no puedo más y decido tumbarme un rato a la sombra, cerca de la cuneta de un encinar. Me quedo “traspuesto” unos 35 min. hasta que me despierta el paso firme y acompasado y la charla de dos cincuentonas paseantas haciendo su particular “jogging”. Nos cruzamos miradas y seguro que coincidimos en el epíteto que pensábamos unos de los otros (¡ Qué coño hará-n este-as a estas horas por aquí !). La verdad es que con un sol primaveral de justicia y con mala gana, me voy despertando y decido continuar la marcha entre caminos y sendas bonitas que transcurren entre campos de encinas y viñedos.
El trayecto se me va haciendo más largo de lo que tenía previsto en mi “road book” y a las 16,15h paso por un pueblo, medio desértico, que se llama Luquín y que está alejado de mi ruta prevista. Creo que me he perdido, aunque yo he ido siguiendo todas las flechas amarillas que iban apareciendo. Entro en un bar a preguntar y tomar una cervecita. El mesonero, un “emigrado” con acento argentino me explica que no me he perdido, que ese es el auténtico y verdadero camino original, pero que las guías desvían el camino por el tramo de Villamayor de Monjardín. El caso es que me quedaré sin ver la famosa fuente de los moros que había en esa zona. Será para otra ocasión. Me sella la credencial y continuo ruta.
Paso por Los Arcos –nuevo sello- y voy hasta Torres del Río. Hago unas fotos de la famosa iglesia del Santo Sepulcro y mientras estoy allí en la plaza, un paisano me comenta que si quiero visitarla por dentro llame a la señora de una casa vecina. Dado que en el día de hoy pocas “visitas interiores” he podido hacer, decido hacerle caso. Una amable señora acaba de llegar de su paseo con otra convecina y me abre la iglesia enseñándome el interior, más bien austero de la iglesia y su cristo. Después me comenta que, no se cobra nada por la visita pero que si quiero dejar un donativo.... ¿? Original forma de pago, pero accedo y dejo el euro correspondiente.
Sigo recorriendo campos entre “futura cosecha 2004 riojana” y después de alguna cuestecilla, me cruzo con una joven peregrina a pie, a la que saludo con el correspondiente “buen camino” que dirijo a cuanto peregrino me cruzo. Posteriormente me la volvería a encontrar.
Llego a Viana a las 19,30h. Paso por delante de la iglesia renacentista de Santa María -creo que monumento nacional- y visito su espectacular interior. Fotos de rigor. Aún me quedan unos
Tras una suculenta cena y después de despedirme de los germánicos a la salida del local, me encamino hacia el albergue. Cerca de su entrada me encuentro con un joven cetrero que venía de sacar a una de sus aves amaestradas – un búho canadiense, según me explicó – a hacer sus ejercicios de “estiramiento” diario. Un ratito de charla y explicaciones y le pido si me deja hacerle una foto de recuerdo, a lo que accede sin problemas. Búho inmortalizado en mi futuro álbum de recuerdo del Camino. Aún me queda un rato hasta las 22,00h en que cierran las puertas del albergue, así que me acerco al patio trasero con buenas vistas y allí me reencuentro con la alegre y simpática peregrina que me crucé antes de Viana. Se llama Sally y es de Londres. Habla un perfecto castellano y charlamos un rato junto con otras dos extranjeras que estaban cenando allí, con unos improvisados bocatas con latas de conservas. Al acercarse la hora, llega un guarda de seguridad que cierra el recinto de las ruinas y el patio, recogemos la colada y a la cuna, que mañana será otro duro día.