21/1/07

Cap. V: “ El primer contacto”...

Era una tarde calurosa, de las de mediados de un Septiembre que, como todo el resto del verano, se había caracterizado por su bochorno, en la que decidimos salir a “bautizar” la bici con sus primeros km y yo con mis primeras pedaladas tras años de enmohecimiento deportivo.

Y allí, en el portal de casa, con esa pinta de extraterrestre subimos a lomos de Nemenuis y nos dirigimos al paseo fluvial del Miño. Camino de tierra frecuentado por usuarios de la “ruta del colesterol” con multitud de variopintas gentes, que realizamos la poca actividad física que se nos permite en esta ajetreada vida. Posteriormente, la carretera... que transcurre más bien baldía de tráfico, tras la apertura de la autovía. Y, poco a poco, a medida que aprendía los secretos de los cambios y nos ibamos acoplando máquina y conductor, sin casi darnos cuenta habíamos hecho unos treinta Km entre ida y vuelta. ¡ NO ESTÁ MAL, PARA SER EL PRIMER DÍA ¡ Eso pensé, sobre todo cuando veía que no era mucho el cansancio acumulado y que me había sentido a gusto física y moralmente.

Al día siguiente, tras nueva preparación para “pose” bajaba por la escalera del portal de casa, sujetando la bici con la mano izquierda, cuando de pronto.... ZÁS!! ... allá que tras resbalón ridículo me precipito todo el peso corporal sobre el duro suelo, donde doy con mis huesos... mejor dicho, con el hueso que posteriormente, al día siguiente y tras oportuna radiografía, después de una noche de infierno, llegó el diagnóstico: fractura de cabeza de radio derecho.

Pero antes de éste fatídico obligado parón en el relato, por “I.B.T. = Incapacidad Bicicletera Transitoria”, tras levantarme dolorido de mi codo, aparentemente sin repercusión alguna, me fui a realizar otros 40 km de recorrido preparatorio. Me encontraba bien de las piernas y del fuelle, pero el brazo seguía dolorido y a pesar de los antiinflamatorios, al quedarse frío y en las horas nocturnas, de auténtico calvario, ya no podía moverlo bien y me daba cuenta de que algo malo había pasado; tal y como se confirmó a la mañana siguiente en urgencias del hospital.

Así pues, “...mi gozo en un pozo”. Lo que al principio del capítulo expresaba y parecía sólo referirse a los primeros instantes de “compenetración y acoplamiento con la burra”, también valieron, muy a mi pesar, para definir mi primer morrazo, esperando que éste sólo se trate de mi primera anécdota del camino –antes de empezarlo- y que tras una exitosa y completa recuperación funcional del mismo, se quede en eso...la primera prueba del Apóstol.

Tras el “varamiento forzoso” de máquina y hombre, esperamos pronto reanudar esta redacción, aunque la preparación en sí no parará, y si cabe este percance servirá de acicate para seguir....ULTREIA